Uno, dos y tres.
Cuatro, cinco y seis.
Yo me calmaré,
todos lo veréis.
Me he tenido que repetir esa estrofa como un mantra para no desbarrar en esta entrada, siguiendo el consejo del siempre prudente amigo Víctor -un beso desde aquí, guapetón-.
El antiguo cardenal Ratzinger, antaño mano derecha de Carl Wojtila, se ha pasado de la raya una vez más, aunando en un mismo concepto semántico las palabras "ateo" y "nazi". Según él, yo, como ateo confeso, soy un nazi de tomo y lomo, un racista, un xenófobo, antisemita, asesino, proario.
MUAHAHAHAHAHAHAHAHA
"Siempre habla un cojo", o "le dijo la sartén al cazo", son cosas que se le podrían contestar, siendo cortés, galante y educado, a este anciano señor, por el respeto que me merecen todas las personas viejitas y entrañables, esos grandes olvidados de la Sociedad. Ese, ese que está a la cabeza de la mayor secta de la historia, que proclama sin rubor alguno la persecución al homosexual, la indiferencia ante la enfermedad causada por transmisión sexual, y otras menudencias que me callo. Ese me va a decir a mí que yo soy un nazi. Ese, que se deleita escuchando en confesión los singulares pecados del creyente con profundo y arraigado sentimiento de culpa desde su nacimiento -¿qué y para qué es el bautismo? recapacite el que no lo haya hecho ya, por favor-. Ese que perdona, o no, en nombre de Diostodopoderoso.
En fin, me callo ya, porque me conozco. Y como una entrada sin foto no es lo mismo, les pongo aquí esta, que no tiene nada que ver con el Papa, pero que le jodería si la viera:
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