jueves, 21 de diciembre de 2006

perestroika burriclética


El freeride, entendido normalmente como una particular manera de practicar el ciclismo de montaña un poco más extrema de lo común, se encuentra compuesto de diversos modos de montar: campillos, calle, montaña pura y dura, construcciones artificiales, y, básicamente, todo aquel modo de bicicletear que incluya saltos, bajadas, derrapes, frenazos y curveo más o menos técnico.


Pero hay un componente común en todos ellos que no se da en otras disciplinas como el rally XC, o el ciclismo de carretera. La búsqueda de ese poquito más, el reto constante de saltar más alto, más lejos, caer desde más arriba, hacer ese truco imposible, o guardar el equilibrio en intrincadas pasarelas cada vez más dificultosas. De este modo, cada uno se pone su propio nivel, y disfruta a su modo de tan variopinta modalidad, dentro de sus posibilidades, aunque sin olvidar el lema olímpico de "citius, altius, fortius", totalmente aplicable al caso.




X-up incipiente

En casos extremos, el freeride se llega a convertir en algo más que una mera actividad lúdica, y pasa a formar parte de uno mismo y su particular visión de la libertad en bici mejor entendida. En algunos, cuyo grado de freerider alcanza un estadio evolutivo importante, llega a ser un estado mental, al más puro estilo creativo o surfero, si se me permite la analogía, e invade casi cada sector de nuestra vida: desde la forma de vestir hasta la manera de pensar, porque esa búsqueda de la vía más especial para rodar, esa lucha interior para acometer un gran cortado, hacen que poco a poco, a medida que vas superando retos, se produzca un efecto de "apertura" de la mente, una vez que se aprende a superar al que es el peor enemigo del freerider radical: el miedo interior. Gracias a la "perestroika burriclética", con el tiempo se aprende a respetarlo, a controlarlo, superarlo, y finalmente hasta a reirte de él.


Ya sabéis: libera tu mente, y tu cuerpo le seguirá.

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