lunes, 7 de abril de 2025

Nuestra particular peregrinación al Rocío

Es costumbre en nuestro grupito de motos trail ir una o varias veces durante la temporada a tomar unos churritos al Rocío, la recompensa de un pequeño viaje que siempre tiene sorpresas. 
En esta ocasión, sólo éramos P.R. y servidor, que estamos cerrando un año campero (ya queda poco más de un mes para que empiecen las prohibiciones) muy movido dada mi adquisición de la TTR, y que los demás han ido dando el paso a motos más grandes y pesadas, menos aptas para estas lides.
Ayer fue uno de esos días en que me alegré muchísimo de haber vuelto a este mundo con una máquina más adecuada que la Tiger, aunque el año pasado ya hice mi incursión en una ruta similar sin mayores incidencias, aunque eso sí, eligiendo muy bien el trazado para evitar las trampas de arena que El Camino depara...
Pero las incesantes lluvias de las últmas semanas nos tenían preparada una aventura que no podíamos imaginar, y es tardamos exactamente tres horas y media en llegar a la localidad romera por excelencia, todo un récord: enormes lagunas que teníamos que estudiar bien antes de lanzarnos a sortearlas, fueron la constante durante el tramo conocido como "camino de Moguer", que se nos hizo eterno, aunque íbamos superando los numerosos retos uno tras otro. Vaya manera de sudar y jadear, y hubo un momento que creía que me iba a explotar el corazón en una de las veces que me tuve que bajar en marcha para empujar la moto mientras aceleraba sin parar porque se hundía en esa especie de arenas movedizas en que se convierte el fondo removido por el paso de coches todoterreno.




Finalmente, tras buscarnos la vida y tener que retroceder por no poder pasar un vado que iba llenísimo con una verdadera corriente de agua que quitaba el hipo, llegamos a la aldea, y como era tarde y yo había churros, decidimos repostar y tomar un refresco y un dónut en la gasolinera, donde P.R. tomo esta instantánea para el recuerdo. Cuatro litros y un decilitro gastó mi Yamahita en el duro trayecto, nada mal.


 La vuelta la tuvimos que hacer por carretera, más de sesenta km entre 90 y 100 por hora, ritmo al que nuestas motos podrían ir hasta el fin del mundo. No corrimos más por preservar las ruedas de tacos y porque estábamos demasiado agotados para plantar lucha al viento, pero es lo cierto que nadie nos adelantó en todo el trayecto. 

¡Qué contentos estamos con nuestras viejas compañeras!

la morte di Alfa