lunes, 28 de abril de 2025

La Tiger en su ambiente

Un día cualquiera de esta pasada Semana Santa, hicimos una larga ruta por campo, yo con la TTR, Pedrito R. con su XR650R, y el último fichaje, Blas, con una KTM890Adventure R, desde Huelva, hasta Valdelamusa, ruta minera que ya hemos realizado algunas veces, y que en esta ocasión presentó varios puntos picantes dado el caudal que presentaban varios arroyos que tuvimos que vadear. Lo pasamos muy bien, pero se rompieron las bridas que sujetaban el velocímetro y los testigos de mi yamajita, y tuve que recurrir a un amarre de urgencia con una cincha que llevaba Pedrito, al no disponer de ninguno de nosotros de otras bridas de emergencia (juro que nunca más volveré a depender de los demás para estas lides).
Con tan mala fortura que por llevar demasiado apretada la careta con la susodicha cincha, ésta acabó partiendose y perdí un trozito.

Pasados un par de días, decidí desandar el camino desde Valdelamusa hasta cierto puente, que es donde ocurrieron los hechos, con la Tiger 955i, que me permitiría llegar con celeridad y prestancia hasta la pequeña localidad minera por carretera, y seguir el track al revés por una estrecha pista que era antiguamente una vía de ferrocarril para transportar el mineral. Nada difícil, a pesar del peso de la bicha, algunos baches y escalones, y dos grandes charcos que tuve que cruzar, sin miedo, eso sí, porque ya los pasamos anteriormente y conocía su profundidad y consistencia del fondo. 
El viaje, aunque entretenido, fue del todo infructuoso, no encontré el cacho de plástico, y me vine todo el camino de vuelta pensando a ver cómo iba a reparar el desaguisado.
Les dejo ahora algunas instantáneas de los hechos referidos:




 

sábado, 26 de abril de 2025

La Humanidad



 - Mire amo, ese tiene un caballo.

- ¿Y tú quieres un caballo, Stephen?

-¿Para qué quiero yo un caballo? Yo lo que quiero, es que él no lo tenga.


Quentin Tarantino, resumiendo la historia de la humanidad en 3 líneas 🤣👌🏻

sábado, 19 de abril de 2025

Yo, un ciudadano resignado

 Escribió Montesquieu que «una injusticia hecha al individuo es una amenaza hecha a todos». ¿Cuánto mayor será entonces la amenaza cuando la injusticia es institucional y sistemática? O peor, ¿y si la amenaza se convierte en un estilo de gobierno?

La diarrea legislativa no es una afección provocada por la bacteria de la estupidez tecnocrática que descompone las tripas del Estado. Muchos de los trámites que rozan el absurdo no están ahí por error, sino por diseño. Se legisla con la intención de crear cuellos de botella que sólo pueden ser superados mediante la relación de parentesco, sea política o familiar, o el pago del oportuno peaje.

la corrupción es un drama sin gracia porque su destrozo no se limita a la economía; también destruye la moral pública. Si los de arriba hacen trampas, ¿por qué no habría de hacerlas el ciudadano medio? Un sistema donde la corrupción no es la excepción sino la norma contamina las percepciones de las personas, destruye la confianza mutua, estimula el cinismo y convierte la resignación en el estado de ánimo de la mayoría.

«El lenguaje político está diseñado para que las mentiras suenen verdaderas y la corrupción, respetable», escribió Orwell.

Los verdaderos costes de la corrupción no aparecen en los titulares de los diarios. Están implícitos en cada negocio que cerró o nunca pudo abrir, en cada joven sin esperanza o en el que, desesperado, opta por emigrar, en cada servicio público que no funciona o lo hace a duras penas con un coste enloquecido y, sobre todo, en cada ciudadano que, resignado, ya no espera nada de sus representantes. Si acaso, sueña con que el sistema se venga abajo, aunque en su caída se lo lleve por delante. Después de todo, no es que los corruptos hayan convertido el Estado en su cortijo. Es que lo han hipotecado y nos han puesto de avalistas.


Palabras de Manolo Burillo, a quien, a pesar de nuestra diferencia de edad, me unen muchas cosas por lo que parece. 

lunes, 7 de abril de 2025

Nuestra particular peregrinación al Rocío

Es costumbre en nuestro grupito de motos trail ir una o varias veces durante la temporada a tomar unos churritos al Rocío, la recompensa de un pequeño viaje que siempre tiene sorpresas. 
En esta ocasión, sólo éramos P.R. y servidor, que estamos cerrando un año campero (ya queda poco más de un mes para que empiecen las prohibiciones) muy movido dada mi adquisición de la TTR, y que los demás han ido dando el paso a motos más grandes y pesadas, menos aptas para estas lides.
Ayer fue uno de esos días en que me alegré muchísimo de haber vuelto a este mundo con una máquina más adecuada que la Tiger, aunque el año pasado ya hice mi incursión en una ruta similar sin mayores incidencias, aunque eso sí, eligiendo muy bien el trazado para evitar las trampas de arena que El Camino depara...
Pero las incesantes lluvias de las últmas semanas nos tenían preparada una aventura que no podíamos imaginar, y es tardamos exactamente tres horas y media en llegar a la localidad romera por excelencia, todo un récord: enormes lagunas que teníamos que estudiar bien antes de lanzarnos a sortearlas, fueron la constante durante el tramo conocido como "camino de Moguer", que se nos hizo eterno, aunque íbamos superando los numerosos retos uno tras otro. Vaya manera de sudar y jadear, y hubo un momento que creía que me iba a explotar el corazón en una de las veces que me tuve que bajar en marcha para empujar la moto mientras aceleraba sin parar porque se hundía en esa especie de arenas movedizas en que se convierte el fondo removido por el paso de coches todoterreno.




Finalmente, tras buscarnos la vida y tener que retroceder por no poder pasar un vado que iba llenísimo con una verdadera corriente de agua que quitaba el hipo, llegamos a la aldea, y como era tarde y yo había churros, decidimos repostar y tomar un refresco y un dónut en la gasolinera, donde P.R. tomo esta instantánea para el recuerdo. Cuatro litros y un decilitro gastó mi Yamahita en el duro trayecto, nada mal.


 La vuelta la tuvimos que hacer por carretera, más de sesenta km entre 90 y 100 por hora, ritmo al que nuestas motos podrían ir hasta el fin del mundo. No corrimos más por preservar las ruedas de tacos y porque estábamos demasiado agotados para plantar lucha al viento, pero es lo cierto que nadie nos adelantó en todo el trayecto. 

¡Qué contentos estamos con nuestras viejas compañeras!

la morte di Alfa