Mi amigo Pedrito vende coches en Hyundai, y como buen comercial, me ofreció la oportunidad de probar un modelo 100% eléctrico, en este caso un Kona. Intentaré aquí plasmar mis sensaciones, comenzando por señalar que es la primera vez que me pongo al volante de un vehículo de esta marca.
Lejos quedan los tiempos en que los coreanos desembarcaron en nuestras fronteras, con unos coches baratos, de acabados pobres y estéticas discutibles. En todos estos años han mejorado muchísimo en presencia, en calidad percibida, ha aumentado mucho la red de concesionarios, y aunque ya no son baratos, el precio es acorde a lo que la competencia exige por similares prestaciones y/o acabados.
La fiabilidad tampoco es mala, según parece, pero el tema del diseño aún tiene que mejorar mucho, tanto exteriormente (el mismo caso del Kona que pruebo es un atentado atroz al buen gusto y los más elementales cánones de la proporción, y hace daño a la vista el solo hecho de mirarlo de soslayo), como en un desordenado puesto de mando con botones poco dispuestos a ser encontrados al primer vistazo, a pesar de detalles de menor importancia producto de la modernidad.
El aparato es la versión de 204 cv, que asegura una autonomía en ciudad de 660 km (una exageración en toda regla), y que en ciclo combinado según revistas especializadas del sector se queda en unos 430 km. Esta autonomía se ve reducida cuando se usa por carretera o vías rápidas, cayendo hasta unos 300 km aproximadamente. Los tiempos de carga siguen siendo enormes, más de doce horas para una carga completa en el enchufe de tu garaje, pero Hyundai está regalando a cada nuevo comprador una "torre de carga rápida" valorada en más de mil euros, para reducir esa espera a la tercera parte. En media hora, en poste de carga rápida, puede alcanzar el 80% de la batería, pero esos postes no abundan, por no decir que apenas hay.
A sus mandos lo primero que se nota es una increíble suavidad y un silbido atractivo cuando se pisa a fondo. El coche está bien insonorizado, el silencio es su norma, y es fácil de conducir, como cualquier automático... solo que mucho mejor. No hay cambios de marchas, pues el motor eléctrico, que ofrece casi 400 Nm de par desde cero revoluciones, no los necesita. La velocidad máxima está autolimitada a 167 km/h, lo que es más que suficiente para rodar por estas carreteras españolas, y confieso que en once años con mi actual coche nunca he alcanzado ese ilegal dato de velocidad por tiempo.
En ciudad se mueve ágilmente, a pesar de sus casi 1700 kg, en parte por su motor de respuesta contundente (menos mal que tiene control de tracción, pues en otro caso estaría constantemente perdiendo rueda), y en parte por un diferencial muy bien conseguido que logra transmitir el par al suelo incluso acelerando abruptamente en curvas y rotondas.
Los mandos son suaves, el volante queda en su sitio y el sillón es cómodo y sujeta lo mínimo que debe. La visibilidad no es mala, y el acceso a su interior normal para un coche de sus características, que simula ser un SUV, cuando en realidad se ve abocado a la altura que tiene debido a ubicar las baterías bajo el piso, quedando en definitiva la misma altura libre al suelo que cualquier utilitario compacto al uso.
Es cómodo, sin más, y no hay que buscar tampoco unas prestaciones deportivas, ni por aceleración o velocidad, como en las transferencias de peso en curvas enlazadas, pues no es coche para ello. Su objetivo es otro, el ser una primera aproximación al ciudadano de a pie al presente (ya no se puede decir que sea el futuro) electrificado al que las autoridades políticas nos están obligando poco a poco.
En definitiva, como experimento no está mal. Como adquisición para vehículo propio, creo que no estamos listos, y eso que hablo desde el punto de vista de alguien que tiene garaje particular con toma de corriente. No al menos como vehículo único, pues sus capacidades coartan el uso para largos desplazamientos con seguridad y sin el agobio de si llegaré o no.
Aún son caros, unos 31.000 euros con la subvención de 7.000 euros por su compra, y su valor postventa cae en picado a velocidad exagerada en estos tiempos de obsolescencia atroz, más en este tipo de vehículos de tecnología incipiente, cambiante, evolucionante. El coche eléctrico de enero se convierte en la basura de abril, y ya nadie lo querrá. Es por ello que la opción más lógica, como me dice Pedrito, es un renting, fórmula que se ha extendido ya entre todo tipo de coches y particulares.
En resumen: ha sido curioso y sorprendente, un coche encantador para conducirlo. Pero jamás me lo compraría.