Marte rojo es la primera parte de la Trilogía marciana de Kim Stanley Robinson; una novela de ciencia ficción ganadora del premio Nébula y del British Science Fiction Award, y elogiada por Arthur C. Clarke como la mejor novela sobre la colonización de Marte jamás escrita. Publicada en 1992, fue enseguida elogiada por la crítica y por, entre otros autores de renombre, Arthur C. Clarke (lógico, teniendo en cuenta su estilo de ciencia ficción "dura").
La novela narra la historia de los primeros 35 años de vida humana en Marte, desde 2026 hasta 2061; la historia seguirá en Marte verde, y posteriormente en Marte azul, abarcando en estos dos libros el período posterior a 2061. Esta historia se relata desde los ojos de algunos de los integrantes del primer grupo que pisa la superficie del planeta rojo con intención de quedarse, compuesto por cien personas de distintos países (en especial norteamericanos y rusos, pero también algún japonés, español, e incluso jamaicano). Este grupo se denomina en el libro "Los Primeros Cien". El libro está dividido en ocho partes, cada una de las cuales está contada desde el punto de vista de uno de "Los Primeros Cien", centrándose especialmente en sus acciones, sentimientos e ideologías contrapuestas. Y es que este libro, enmarcado geográficamente en el planeta a conquistar, no deja de ser un aburrido y más que visto y leído debate entre ideologías y formas de ver la sociedad.
Sicología y sociología son la clave argumental, aderezados con amoríos, asesinatos, traiciones entre ellos y a quienes los mandaron allí, desastres naturales, revoluciones políticas... Marte es la excusa, y la colonización y adaptación al medio son temas ya tratados con anterioridad, aunque es cierto que no tan profundamente como en Marte rojo, cuya descripción y explicación de soluciones es tan completa y detallada que aburre. No me extenderé más.
A pesar de la fama de la trilogía, considerada un must para el buen aficionado a la ciencia ficción, tengo que reconocer que me ha resultado un tostón infumable, viéndome obligado una y otra vez a terminarlo, por comprobar si al final ocurriera algo que mereciera la pena. No ocurrió nada reseñable.
Como soy masoca, emprendí la lectura de Marte verde, por ver si la cosa mejoraba algo, pero no hizo sino empeorar. Marte poco importa ya en la trama, y sí los nacionalismos, separatismos, la distanciación y separación en modos de vida, religiones y costumbres de los colonos, quienes a pesar de dejar su origen a millones de kilómetros, no pueden dejar de pretender seguir ejerciendo sus diferencias como parte de su identidad irrechazable. Vover a empezar y nunca acabar. ABURRE. Lo dejé, claro está.
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