Por casualidades de la vida, mi amigo Perico me cedió unos días su bici de carretera, que él compró con ilusión hace poco más de un año, pero que cuestiones de tiempo, aficiones y confinamientos perimetrales, han impedido que disfrute de ella como es debido. Ahora la quiere vender, y me presté para hacer una puesta a punto y revisión, ya que hacía algo de ruido en algunos piñones, y además estaba la dirección floja. También cambié la pila del ciclocomputador. ¡Qué menos por poder usarla unos días!
Este velocípedo es de la talla 54, que se ajusta a mi fisonomía mucho mejor que la mía de 60 (procedente de un tío polítco que medía casi dos metros). Aún así, una 52 sería la ideal, pero supongo que me adaptaría a la Trek con una potencia un poco más corta y adelantando un centímetro el sillín.
El aparato, Trek Èmonda SL6 pro:
Monta grupo Shimano Ultegra de 11 velocidades, con bielas compact 50-34 y cassette 12-28, ruedas de carbono con perfil de 40 mm, y el resto de periféricos de la firma Bontrager en aluminio. La burra ha pesado en mi báscula del chino 7'400 kg, incluyendo dos portabotes, mis pedales para calas SPD, una minibomba, luces y el ciclocomputador, lo que no está nada mal.
Para el primer paseo me dirigí a una ruta habitual que discurre por carril bici, carretera de Malpica, El Rompido, Portil, Enebrales de Punta Umbría, y retorno por carretera hasta enlazar de nuevo con el carril bici.
Los acabados del cuadro son prácticamente perfectos, Trek siempre ha destacado por la calidad de sus fibras de carbono, que ofrece en varias calidades, y es pionera en este ámbito además. Tiene un sistema propio de fabricación denominado "OCLV", que lleva ya varias generaciones de evolución, y ofrece garantía de por vida. La pintura es espectacular, y difícil de reflejar en foto con el móvil, por desgracia. Como dato interesante, para los más pudientes, se ofrece la posibilidad a la hora de encargar una de sus bicis tope de gama, el personalizar la pintura hasta límites tan insospechados como alucinantes.
Y la he usado un total de tres días. Las dos primeras excursiones fueron en terreno habitual, carente de grandes cuestas, donde prima más rodar en llano. En estas excursiones, aunque he notado sensaciones muy diferentes a mi Otero de acero (bici que encuentro más cómoda en la absorción de irregularidades), el resultado en tiempo y velocidades medias ha sido desconcertante, pues en la práctica apenas hay diferencias. Eso sí, si la Otero frena 5, la Trek frena 9. En la abuela, el hecho de cambiar de velocidades se convierte en todo un arte con los mandos de fricción, mientras que con la Trek todo es suavidad y perfección, jamás fallé una marcha. La Trek es nerviosa, quiere guerra, acepta de buen grado ponerte de pie y apretar fuerte. Notas la aceleración rápida con cada pedalada cuando arrancas o subes un repecho.
La tercera ruta tuvo lugar en un terreno muy diferente, ya carretera de montaña, y es cuando por fin he podido aprecias las virtudes y verdadera diferencia de los 25 años de evolución que separan ambas monturas.
Los tres kilogramos de diferencia marcan un hito a la hora de subir puertos, amén de la amplitud de desarrollos, que con un 34 delante y 28 detrás me permiten subir hasta Berrocal fumando un puro si quisiera.
Y cuando llega la hora de bajar... madre mía!!! el aplomo del tren delantero, que al principio me parecía nervioso, y la capacidad de sus frenos, enamoran. Cuando vi los datos de velocidad al llegar a casa, no pude sino asombrarme. Mejor no pensar en eso cuando uno surca el asfalto rodeado de quitamiedos y barrancos...
Para recuperar viejas sensaciones, decidí aparcar la Èmonda, tras una correspondiente limpieza y nueva revisión, y la semana siguiente hice una buena ruta de 90 km, la más larga que he hecho hasta la fecha, con mi Pentax:
Es curioso lo adaptable que es el ser humano, pues pronto me encontré como en casa a pesar de la postura alargada. Ese cuadro desmesurado sigue rindiendo al máximo nivel (al menos para mis solicitaciones), y me asombra lo bien que rueda, me lleva con comodidad y fiabilidad, y seguramente me quedaría con ella para los restos, si no fuera por la talla.
Dudo, dudo mucho. Cada vez uso más la flaca, y aunque sólo sea por salud de la espalda y comodidad (transmisión indexada, como mínimo, por favor), debería hacerme con algo más acorde a mi tamaño de humano celtíbero tipo Alfredo Landa, pero sin prisa, eh.
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