Un poco de descanso activo de la habitual actividad ciclista dando un buen paseo con el limitador, junto con Perico y su limitador.
Se trataba de investigar la ribera de Poniente del río Tinto, desde el Puente Gadea, cerca de La Palma del Condado, que es la izquierda subiendo hacia el Norte. Mientras que la generalidad de senderistas, ciclistas, motoristas y aficionados a 4x4 cogen por la antigua vía del ferrocarril minero que enlaza la cuenca minera de Riotinto y Nerva hasta cerca de la desembocadura, que se quiere convertir en vía verde multimodal, nosotros hicimos la orilla de enfrente, surcada de senderos abiertos casi al cien por cien por endureros. A ratos duro, con cienes de enormes lajas, escalones, uves, arena y algunas pequeñas riberas de riachuelos que afluyen en épocas de lluvias al río troncal, y a ratos en bellos caminos tipo "singletrack", preciosos entre pinos o eucaliptos, casi siempre resguardados por la sombra que ya se empieza a agradecer.
El espectáculo está servido, y casi nuestros ojos no dan abasto para absorber y asimilar tanto paisaje extraño, distinto, que te transporta a épocas pasadas o planetas lejanos, según la imaginación tenga más o menos ánimo de jugar con tu mente.
Como teníamos previsto subir por la izquierda y bajar por la derecha, debíamos encontrar un paso para cruzar el río, y aprovechamos, después no poco investigar y probar, la escasez de agua que suelen dejar los diques que se hicieron en su día para redirigir el caudal a los diversos molinos que acompañan el recorrido. A la altura del quinto molino logramos un paso, saltando de piedra en piedra, con algún resbalón incluido (que provocó no pocas carcajadas y me mojó ambos pies hasta los tobillos, sin mayores consecuencias que la mofa y escarnio de los demás...). Chicos, la aventura es la aventura, y la hazaña o proeza, aunque no de tintes épicos, sí tuvo picante y añadió sal a una ruta que de por sí ya estaba siendo magnífica.
Más tarde, a salvo en el lado de la antigua vía de tren en la que sólo queda algún durmiente semienterrado y miles de piedras que hacen el tránsito un poquito incómodo si vas cansado, buscamos un poyete para tomarnos unas frutas del bosque, plátano y agua. Hay que reponer algo de energía!!!. La vuelta fue rectilínea y rápida, apremiados por el hambre, la sed de cerveza que nos esperaba en La Peñuela, y con amena conversación se nos pasó volando.
En total unos 12'5 km, tiempo agradable, compañía inmejorable. Y todo tan cerca y tan único que no podemos sino sentirnos afortunados.
Les dejo unas tomas de inmortalización que en absoluto hacen justicia a tan tremenda experiencia que debemos valorar en su justa medida. No por estar acostumbrados a estos paisajes y entornos, estos dejan de ser especiales y desconocidos para los forasteros...
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