Es un cansancio especial, característico, reconocible. Lo que iba como un agradable paseo entre pinos, siguiendo el revirado sendero, se convierte, repentina y abruptamente, en una lucha generalmente contra una situación que comprende los siguientes elementos: la gravedad, piedras, agua, barro.
Es cierto que estas prácticas en solitario no son lo más recomendable, pero uno siempre sale con esa idea de "hoy no me voy a empantanar, sólo daré una vuelta tranquila", que por regla general siempre, y digo siempre, se torna en todo lo contrario.
Bueno, tampoco hay que exagerar. Por suerte llevo una máquina muy capaz, y aunque mi habilidad no va a juego con la mecánica, con el tiempo he ido desarrollando tanto un sexto sentido para oler los problemas, como cierto componente suerte para superarlos. De modo que pude pasar algún escollo, no sin antes desgastar mis energías y poner chorreando mis ropas y el propio interior del casco. Con las gafas empañadas y empujando como un poseso, vencí, pero me agoté. Está claro que entre los factores que limitan la capacidad endurera se encuentra la energía, la forma física, la fuerza.
En todo caso, puedo hablar de una experiencia positiva, formadora, con final feliz. Todo sirve para crecer, y he crecido un poco esta vez, como casi siempre.
El reencuentro con la zona del Río Piedras, el buen día que hizo, lo bien que lo pasé... me da alegría y deseo volver pronto, en moto o en bici, da igual. El deporte es diversión.
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