Estos últimos días he estado leyendo varios relatos cortos de Harlan Ellison, intrigado sobre todo por el significado de uno en concreto, titulado La bestia que gritaba amor en el corazón del universo. Aunque lo he leído tres veces, y he buscado reviews y opiniones, no tengo claro si finalmente lo he entendido. Es algo tan metafórico, y que juega con supuestos que deben saberse conocidos por el lector, y mezcla, además, universos y conceptos, que más bien parece un mal sueño en una noche de tormenta tras una demasiado copiosa cena regada con demasiado vino. Es la definición o comentario que me viene a la cabeza cuando pienso en La bestia..., en la que se supone que se habla del bien y el mal, de la erradicación de este último y las consecuencias que tendría (o tiene).
Aparte, leí otros cortos relatos, aunque de tono más leíble. Algunos más entretenidos, otros simplemente prescindibles, pero eso es normal. Y así, entre lectura y lectura, llegué a ¡Arrepiéntete, Arlequín!, dijo el señor Tic-tac, que sí me gustó bastante. Con un estilo que podría llamarse, no sé, ¿esquemático?, Ellison nos presenta un mundo distópico en el que el tiempo es la medida de todas las cosas, y el reloj es el que marca el ritmo de la vida de los habitantes de esa peculiar sociedad en la que un tirano, el señor Tic-tac, tiene la potestad de quitar tiempo de vida a los que no cumplan los horarios establecidos rígidamente. Pero como en todas estas historias de totalitarismos literarios, hay algún disidente, algún rebelde que se enfrenta al sistema. Esta novelita trata de ese rebelde, sus actos, y lo que pasa en esa sociedad que, en cierto modo, se parece un poco a la nuestra quizá.
Esto me llevó a una novela de Joe Haldeman, a quien tengo por bueno desde que leí la muy magnífica La guerra interminable, aunque más tarde quedé un pelo decepcionado con su normalita La paz interminable. La obra que he acometido ahora ha sido El engaño Hemingway, en la que un profesor de literatura, especializado en el famoso autor, es convencido por un truhan para llevar a cabo un timo consistente en falsificar, creándolos desde la nada a partir de los conocimientos del profesor del estilo, carácter y vivencias del nobelizado escritor norteamericano, unos escritos que se perdieron siendo éste muy joven y sin haber llegado a publicarlos. Así, dirían que han sido encontrados, y los publicarían o venderían sacando millonarios beneficios. En esta historia de pillos, amores a tres bandas, o cuatro más bien, ya hay jugo para ser algo entretenido per se. Pero Haldeman añade un plus: la existencia de un multiverso, y unos seres que pueden saltar entre ellos, cuya misión es evitar desastres que lleven a la destrucción. Por algún motivo, si el plan del timo sigue adelante, la supervivencia de la Tierra se pone en peligro, y uno de estos seres recibe el encargo de evitar el buen fin de los planes de los protagonistas.
La novela es intrigante, desafiante, movida. Hay acción y tensión, hay violencia y sexo, y hay ciencia ficción. Pero lamentablemente, Haldeman no supo terminarla decentemente, o yo no he sabido entender ese fin. Y entonces, supongo que podría haber sido de otro modo más comprensible, o es que simplemente se le acabó el tiempo y/o las ideas, o vaya usted a saber. Una pena.
A continuación, interesado por el legado de Ernest H., he leído algunos cuentos cortos: Los asesinos; Colinas como elefantes blancos; En el muelle de Esmirna; Un lugar limpio y bien iluminado.
Hemingway escribe de forma directa, sin rodeos. Es claro, y consigue describir sin aburrir, con un lenguaje no rebuscado ni rimbombante, y no cae en defectos que saltan a los ojos en otros muchos autores. Aunque los temas no son de mi interés en general, reconozco que hay valor, virtud, en su obra. Quizá algún día, más adelante, me adentre en leer alguna de sus más laureadas novelas, pero ahora no es el momento para mí.
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