domingo, 1 de abril de 2018

Tabernas!!!!

"Id a Tabernas", nos decían. "Lo pasaréis bien", nos dijeron. 

Y es verdad.

Expedición largamente estudiada, planeada, planteada, y finalmente realizada en compañía de Perico, quien se constituye así en un alter ego ideal para estas lides de viajes traileros.
El viaje iba a tener de todo, como pronto ibamos a darnos cuenta. Ya se sabe: una cosa son los planes, y otra muy distinta la realidad pura y dura, las limitaciones, el tiempo, y los elementos (contra los que no se puede luchar, como me enseñó mi padre siendo yo ya muy chico).

En principio saldríamos el sábado previo al Domingo de Ramos, para dos día de ida, otros dos días de rutas por la zona, y dos días para la vuelta. 
La ida sería todo por carreteras secundarias hasta Fiñana, pasado Granada, y a partir de ahí seguiríamos un track hasta la mismísima Tabernas. 

Pero Giselle, y posteriormente Hugo, dejaron persistentes lluvias y fuertes vientos, que aconsejaron retrasar el inicio de nuestra aventura hasta el Lunes Santo. No hay problema más que Perico debía estar en Huelva el Jueves por la tarde para atender un compromiso familiar. Le hice saber mi disposición para que así fuera, y salimos sobre las 9:45 el lunes por la A-49 rumbo a la sierra de Cádiz. Nos quitamos kilómetros fácilmente, pues nuestras máquinas van cómodas a ritmo de autopista, con la única limitación de la aerodinámcia. El culo aún no nos dolía... íbamos con la adrenalina a tope por realizar un viaje de este tipo, felices, entusiasmados!!!

Tras recorrer algunos cientos de km por la zona de Algodonales, La Muela, Olvera (increíbles paisajes y curveras carreteras), paramos en Setenil de las Bodegas, con sus peculiares "cuevas", donde tomaríamos un refrigerio y comentamos las primeras jugadas:


No quisimos perder mucho tiempo, pues nos quedaba tela de camino por delante.
Carretera y manta hacia Antequera, donde almorzaríamos sobre las 16:00 más o menos. Allí mismo, en la terraza de un snack-bar, Perico reservaría sobre la marcha un hotel en Guadix para pasar la primera noche, cosa que habíamos dejado en el aire porque no sabíamos el ritmo de avance que tendríamos.
Por el camino hicimos una parada turística en la Fuente de los Cien Caños, cerca de Zafarrayas, donde me tomaron esta instantánea, en la que se observa que ni cien caños podían dar abasto a drenar el abundante agua que venía de la montaña:


Muchísimas curvas, vistas preciosas, y horas de moto más tarde, llegaríamos a Granada, y viendo que se nos echaba la noche encima, hacemos los últimos 48 km por autopista hasta Guadix, con el Sol poniéndose a nuestras espaldas. Sierra Nevada nos vigilaba, fría y cruel, y nos enviaba su gélido aliento, convirtiendo toda aquella zona en un auténtico iglú. Unos 48 km muy chungos, en los que se sumaron muchas horas de moto, cansancio, frío, y ganas por llegar de una puta vez. 
Pero nuestra determinación, una vez más, nos empujaba metro a metro, milla a milla, hasta las mismas puertas del Hotel de 4 estrellas que en económica oferta habíamos reservado, con desayuno buffet incluído!!!
Misión cumplida de momento.
Unas duchas reparadoras, un poco de estiramientos, ropa de calle y a dar una vuelta para tomar algo y reírnos un poco. 
El día dos se presentaba magnífico: sol radiante, y el frío que desapareció en cuanto abandonamos el asfalto en Fiñana para adentrarnos en un tipo de paisaje que no nos abandonaría ya hasta el último día.
Un track nos llevó hasta Tabernas, pero pasando primero por el Calar Alto, un puerto de montaña de más de 2000 metros, con nieve en sus cumbres. Contraste de paisajes según la pista diera a la cara Norte o a la Sur. Subimos mucho por una pista que en general estaba en buen estado y sobre la que nos divertimos muchísimo. Poco antes de llegar a los observatorios astronómicos que hay allí, la pista se abre, curvas amplias y buena visibilidad, lo que propició que exprimiéramos todo el poder que quedaba en la recámara de nuestras ktm, a pesar de que la altura había mermado sus capacidades. Muy divertido, largas derrapadas y buenas velocidades.








Conduje unos metros por nieve, y así puedo decir que he tocado un tipo de terreno más, jejejej. 
Todo el viaje lo hemos hecho con Mitas E-09 detrás y Metzeler Unicross delante, con un comportamiento excelente en off, como ya sabemos, pero sorprendentemente bueno en curvas de carretera, lo que propició buenos ritmos en asfalto y diversión en las super-reviradas carreteras tanto de la sierra gaditana y malagueña, como las desconocidas y fenomenales que nos esperaban el Almería. 
Llegaríamos a Tabernas, al fin, a mediodía, donde tras instalarnos en el hotel rural Jardín del Desierto, regentado por Guillermo, tomaríamos un buen almuerzo en Las Eras, a base de un pantagruélico menú a 10 euros, con bebidas, postre y cafelito incluido. El día aún tenía cosas que ofrecer, pues tenía prevista una ruta circular que rodearía el pueblecito del espagueti western. Así pudimos comprobar de primera mano la sequedad de todo, y digo todo seco. 
Ha llovido en toda España durante tres semanas seguidas, pero en Almería han caído, literalmente, cuatro gotas... Bueno, no crean ustedes que es algo tan dramático, ellos están acostumbrados y tiene sus maneras y sus recursos. Y uno de sus recursos es el turimos que genera ese desierto, que es precisamente lo que nos atrajo a nosotros hasta allí.
Cañones, desfiladeros, caminos revirados, rectas interminables y polvo, mucho polvo, que nos obligaba a recorrer ciertos tramos o bien separados por distancia prudencial, o bien prácticamente en paralelo.







Ibamos sumando km y más km, y ya llevábamos unos cuantos de off. Pero nos quedaba tela que cortar.
Esa noche cenamos donde pudimos, porque estaba casi todo cerrado, siendo víspera de un día grande de Semana Santa por allí, con su peculiar forma de entenderlo como narraré más adelante. Un par de hamburguesas con su preceptiva cerveza, un poco de charla, paseo por el pueblo para bajar un poco la comida, y a descansar.
El día tres teníamos previsto llegar hasta Almería, ir en busca del Cabo de Gata, y una pequeña vuelta pasando por Agua Amarga, Carboneras y Níjar. El principio de la ruta transcurrió por la Rambla de Tabernas, espectacular es poco:


En la capital de la provincia ni entraríamos, bordeándola hasta el aeropuerto, pasado el cual iríamos por la misma playa lo más cerca que pudimos hasta el mismo Cabo de Gata:







Perico no conocía Almería, ni el Cabo de Gata, y le gustó mucho el paisaje, las vistas, las carreteras, las pistas... le gustaba todo, al jodío, jaajajajjajaj. Una paradita en el Cabo para hacernos unas tomas fotográficas atestiguadoras de nuestra presencia allí, y seguimos hasta San José por una pista que... bueno, en el Google Earth cuando la tracé no vi nada raro, pero cuando llegamos a la puerta intuímos que se trataba de un camino peatonal exclusivo y excluyente para seres vivos humanos a pie, pero es cierto y verdad que no había ningún cartel de prohibición de vehículos a motor, aunque había una señal borrada que tenía todas las trazas de ser tal cosa. No obstante, la anchura de la vía (cuatro o cinco metros), las rodadas, y que había una ancha entrada con un candado, indicaban que por allí se circulaba... de modo que echamos mano del ingenio ibérico, y pasamos con las motos apagadas, y como todo el trayecto era cuesta abajo, podríamos alegar, viendo que las bicicletas estaban permitidas, que no íbamos a motor. La gravedad era nuestra amiga, nuestra impulsora, nuestra compañera. Así hicimos los 3'2 km de camino prohibido hasta enlazar con una pista más ancha que nos llevaría hasta San José, donde finalmente pararíamos a tomar una cerveza... que se convirtió en dos, y después en comer una magnífica sama, o "zama", como decía el camarero, y que no es más que una hurta, que estaba riquísima, unas almejitas y esas cosillas. El sitio nos pareció inmejorable, sentados alrededor de un tonel a metro y medio de las motos aparcadas, junto al paseo marítimo de ese pueblo que se ha convertido en centro turístico cien por cien.
Sin más demora, tomaríamos carretera hasta Agua Amarga y Carboneras, y desde ahí hasta Níjar, el municipio cuyo término comprende toda la zona del Cabo de Gata y alrededores, conocida por su cerámica. En Níjar ni paramos, y cogimos directamente por una carretera peligrosa, escaladora, con precipicios a los lados, que lleva hasta una aldea llamada Huebra, donde cogeríamos pista campera preciosa, rápida, con largas subidas a fondo y curvas enlazadas para abrir gas y gozar la potencia de nuestros monocilíndricos.

Esta dispositiva es subiendo el puerto de Níjar, abajo se puede ver parte del pueblo, y al fondo, el mar de plástico de invernaderos:


A mitad de trayecto nos encontramos con una verja con candado que nos cortó el paso, y tuvimos que trazar una alternativa sobre la marcha, cosa que Perico solventó sin problemas. Por fin volvimos al Jardín del Desierto, previo lavado de las motos y engrasado de las cadenas para el viaje de vuelta del día siguiente.
Lo que quedó de la tarde, y la noche, transcurrieron sin más especialidad que vivir de soslayo la Pasión de Cristo en Tabernas, una Semana Santa curiosa sin nazarenos, con pasos sobre tronos,  o palios de Virgen sin palio (sí, sí, como lo oyen), llevados por nazarenas; bandas de músicas que bebían cubatas desde dos horas antes, y todo el público local jaleando a ratos y pidiendo silencio en otras ocasiones... Lo normal, vamos.

No pude evitar que Perico me tomara este retrato con la silueta del gran Eastwood caracterizado en el Bueno, el feo y el malo.


Esa noche dormimos como dos niños chicos. El hotelito está en una calle apartada aunque cénrtica, bien situado para ir andando por todas partes, pero muy tranquilo, y el único ruido que escucharíamos sería el propiciado por otros usuarios del hotel, sin mayor trascendencia. 
El día cuatro tenía como reto volver de un tirón hasta Huelva, lo que viene a ser como recorrer toda Andalucía de costa a costa. Estuvimos estudiando el mapa, las carreteras, enlaces, y posibilidades. Ya que fuimos por el Norte de Granada en la ida, esta vez volveríamos por el Sur, la costa, aprovechando que hay una autopista que une Almería con Málaga, que discurre paralela a una carretera nacional. Iríamos por la A-7, y si nos aburríamos mucho, pasaríamos a la carretera...
La salida fue buena, enseguida, antes de las 10, estábamos ya rodando a buen ritmo, pero fue pasar Almería y una persistente niebla nos envolvió. En esas circunstancias, no tenía sentido ir por carretera, de modo que tiramos, empujados por las pistonadas de las 690. Pasado el túnel de Aguadulce la niebla se disipó, y el Sol comenzó a invadirlo todo. Esto nos animó, y tiramos millas y más millas, por esa A-7 que era la primera vez que yo la rodaba. Y me gustó. A ratos ves el mar, sube y baja, tiene curvas y túneles. Es variada y bella, no como la monótona A-92, que era la otra alternativa y que yo quería evitar a toda costa.
Poco a poco llegamos a Málaga, y ahí ya cogimos una suerte de carreteras secundarias hasta Morón de la Frontera, comeríamos un buen secreto ibérico con jamón, y una ración de queso, y finalmente enlazaríamos con Sevilla y la A-49 de nuevo hasta Huelva, donde llegamos con el culo cuadrado, sanos y salvos, sobre las seis de la tarde, superando todas las expectativas, sin duda.

Desde aquí tengo que dar las gracias a mi compañero de fatigas y alegrías traileras, Perico, siempre dispuesto y solícito, que escucha y razona, y también propone sabiamente. Sin él, esto no hubiera sido ni la mitad de bonito. Hacemos buen equipo. Una pena que por circunstancias de fechas, cantidad de días, y esos detalles que suelen frenar el ánimo, no nos acompañaran más amigos.

Y por supuesto, dar el reconocimiento que se merece a esa implacable máquina de tragar kilómetros, dentro y fuera del asfalto. Fieles, nuestras dos KTM 690 han cumplido con creces. Lo podíamos haber hecho con casi cualquier otra pero, ¿nos habríamos divertido tanto?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comente, quédese a gusto, pero si firma como anónimo nadie lo verá.