Quiero presentar este auto-electrodoméstico con una imagen de su interior:
¿Qué vemos? Uno ya está un poco harto del sota-caballo-rey del diseño de interiores, y hay que alabar e incluso aplaudir los esfuerzos de alguien por intentar introducir algo vanguardista, un detalle que pueda cambiar la percepción de la conducción, un elemento diferenciador que... ¿quién sabe? quizá pueda llegar a convertirse en un estándar por demostrar que es una solución tan eficaz y simple, pero que no se le ocurrió a nadie antes.
Ponerse al volante de este 308 de última hornada es entrar en la vanguardia del diseño interior, cosa en lo que los franceses siempre han destacado. Quiero decir que han destacado en intentar meter con calzador diseños, bastante cuestionables la mayoría de las veces, tanto por dentro como por fuera.
Cierto es que el apartado de diseño de carrocería, salvo extravagancias puntuales (elemento común a los tres fabricantes galos), parece haber llegado a una uniformidad bochornosa en proporciones y volúmenes no sólo entre los franceses, sino en la generalidad del globo terráqueo. Muchos vehículos son irreconocibles si les tapas la parrilla o le quitas el emblema de la marca, lo que dice bien poco de sus diseñadores, que obviamente han tenido las mismas influencias, y se han formado en las mismas escuelas técnicas.
Ya no hay Giugiaros, ni Bertones, ni Pininfarinas. La vulgaridad es lo común, incluso entre las marcas premium, y sólo encontramos diferencias en las calidades de las pinturas, o de los materiales empleados en los interiores. Un puto desastre.
Y de repente aparece Peugeot con ese concepto quizá extraído de su experiencia en competición, que te hace sentir como en la cabina de un avión: volante pequeño y de formas deportivas, y relojes que se ven por encima de aquél. Más curiosidades que hacen a un coche algo distinto: la aguja del cuentarrevoluciones gira al revés. Mola. Una pena que ambos relojes, velocímetro y cuentarpm estén tan separados uno del otro por una pantalla electrónica que informa de muchas cosas... hace que te entre un poco de estrabismo intentar controlar todo, pero es algo que pronto aprendes a controlar simplemente ignorando el velocímetro a la izquierda, pues puedes tener esa misma información en la pantalla central. Quizá los velocímetros analógicos tengan que desaparecer en aras de una información más exacta y digital, como pasó hace quince años en las motos, aprovechando su espacio para otras cosas, o simplemente haciendo los cuadros más compactos y fáciles de leer.
Este diseño de volante pequeño y bajo, y relojes por arriba, condiciona el momento inicial de la experiencia de la nueva era Peugeot, pues el algo común a varios de sus modelos. Pero es sólo eso. Es asombroso lo rápido que uno se acostumbra a estas novedades, y a los cinco minutos de estar conduciéndolo pareciera que todos los coches de la historia siempre fueron así. Eso es muy buena señal.
Hacía mucho que no conducía un coche de la marca del león, desde un 308, versión cinco puertas, que también reseñé en su día, y hay que decir que hay una evolución clara.
El 308 es ahora un coche más sólido, mucho mejor acabado, silencioso, potente, exento de vibraciones en marcha, que se mueve con soltura y presenta el aplomo que se le exige a un vehículo de sus característica de urbanita familiar con pretensiones de viajero.
Ignoro el consumo, la prueba no fue tan larga, pero el tacto de los mandos es más que correcto, la comodidad está fuera de toda duda, no ya las plazas delanteras que están muy logradas, sino también las traseras, amplias y con muchos decímetros cúbicos para ubicar piernas y brazos hasta tres adultos sin problemas, todo aderezado con el ampliado maletero de proporciones logradas, aunque limitadas por las concesiones a la estética. No me parece mal, porque todo tiene un límite, y vivimos en una época en la que ya hay que mirar las cosas que sean bonitas, y tener una ranchera, un frutero, no puede ser equivalente a un coche fúnebre (asociación que se hacía hasta no hace muchos años).
Para mi gusto, es muy mejorable el diseño de la parrilla, elemento común a los últimos turismos de Peugeot, pero la propia marca demuestra que sabe hacer bien las cosas cuando uno ve el frontal del 3008, más moderno y en proporción con las demás formas y tamaños de los distintos volúmenes del objeto.
En cambio, la cara formada por parrilla, rejillas varias, faros y parachoques del 308 da una impresión de dejá vue, nada moderno. Se hace como viejo ya de entrada:
Difícil de digerir. Un Almax Forte debe ingerirse tras pasar por delante de él. |
Pero no desechemos al electrodoméstico sólo por esto, no. Como electrodoméstico del hogar, tan necesario en nuestras vidas modernas, cumple sobradamente. La versión probada es la alimentada por esa asquerosa que usan las calderas de calefacción, con una capacidad de motor de 1'6 litros y cuatro cilindros, capaz de producir 120 cv. Esto era impensable hace una o dos generaciones de coches. Ofrecer esa potencia con un motor pequeño, y seguir siendo civilizado y utilizable a bajo régimen es todo un logro, y digno de elogio. Porque el coche va estupendamente callejeando a pocas rpm, y cuando hay que echar mano de par y caballos, se estira inesperadamente con un empuje bastante digno.
Más que satisfactorio en este aspecto, sólo hay que esperar a que pasen los miles de kilómetros y ver si resiste la fatiga como lo puede hacer un motor de superior cubicaje, cosa que sólo el tiempo puede poner en su sitio.
Por lo demás, mencionar que es muy luminoso, con una enorme luna delantera, aunque la visibilidad hacia atrás por el cristal trasero no es todo lo buena que uno desearía, motivado por el diseño de la bandeja posterior y la bajada del techo en su sección final (nuevamente, concesiones a la estética).
Cómodo, potente, silencioso, civilizado, con las últimas y necesarias a la par que imprencidible dotación de gadgets electrónicos y ecológicos... y además BARATO. ¿Qué más se puede pedir?
Bravo, Peugeot. Sigo esperando a que lo saquéis un poco más bonito por delante, a ver si todo cuadra.
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