Novela de carácter post-apocalíptico escrita por el británico John Wyndham y publicada en 1951, ha sido mi última lectura.
Sencillamente, me ha encantado. Dentro del subgénero que trata, mayormente la supervivencia de unas pocas personas tras un evento que ha producido la ceguera permanente de la casi totalidad de los habitantes de la tierra -incluidos los animales-, coincidiendo con la entrada en escena de los trífidos, que son unas plantas creadas artificialmente por el hombre para aprovechar el aceite obtenido mediante su tratamiento en fábricas, y que tienen cierta autonomía de movimiento y una especial inteligencia comunitaria (perdonen la denominación, pero no se me ocurre ahora otra manera de llamarlo) que tiende a acabar con todo lo que se mueve porque, además de alimentarse a través de las raíces como todo vegetal, también pueden hacerlo de carroña, para lo que disponen de un aguijón venenoso que pueden lanzar a modo de látigo, y, sobre todo, mucha paciencia...
Wyndham nos retrata con maestría diversos aspectos de la miseria humana. La avaricia, el egoísmo, la violencia, son elementos presentes. Pero también la buena fe, la esperanza, el afán de superación, la loa al trabajo, a la perseverancia. Y por supuesto el amor, que aunque no profundamente tratado, está ahí.
Las idas y venidas de Bill, el protagonista, uno de los pocos que han quedado indemnes de la ceguera, por Londres, y después por diversas localidades y campos de las afueras, escenarios de choques con otros supervivientes y con los cada vez más numerosos y beligerantes trífidos, componen el hilo argumental de este escrito, que es considerado uno de los clásicos imprescindibles de este tipo de literatura. No sólo es de calidad, sino que fue uno de los primeros en estas tramas de contar la supervivencia tras un desastre global, y ello en plena gerra fría y sin tener que recurrir al tan manido desastre nuclear, por ejemplo...
Está bien escrito y desarrollado, y el final es el que debe ser, cuando lo lean lo comprenderán.
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