Un ratito más se ha podido echar.
Aún con mucho miedo dado el escaso viento existente, apenas lo justo para mantener la 15 metros en vuelo, y con cierto oleaje, me hice el valiente y me introduje entre los practicantes de paddle surf, AKA gondoleros, para intentarlo.
Salir del rompeolas se torna empresa delicada a lomos de esta máquina mortífera, sobre todo cuando la pericia es casi inexistente. Pero con voluntad y tirando de tozudez, casi todo se logra en esta vida. Enseguida estaba sobrevolando las aguas, pasando por encima de las ondulaciones líquidas, ignorando la ausencia de fuerza eólica, merced al viento aparente generado. ¡Cuidado!, las alarmas se encendían cuando llegaba el momento de echar cuerpo al agua para dar la vuelta, recordando la no lejana tarde en que tuve que ser rescatado por perder la sustentación de la cometa...
Sin dejar de moverla, en un baile sincronizado desde la barra con una mano, mientras con la otra cambio el sentido de la tabla y me ayudo a introducir los pies en las cinchas, salgo en sentido opuesto. Los primeros bordos son un poco de tanteo, de recuerdo. no logro ganar barlovento, pero enseguida voy cogiendo el truco de nuevo, y pronto me veo ciñendo tanto y a tal velocidad que tengo la falsa impresión de que el viento ha rolado su dirección... Todo esto cambia los esquemas de la navegación con cometa, es una experiencia tan nueva y en tantos aspectos que necesito salir del agua y reposar lo vivido. Absorber, racionalizar, repasar, revivir.
No fue mucho rato, apenas veinte minutos, creo, pero el cúmulo de sensaciones es grande. Sigo disfrutando mucho de esta vivencia, que voy condurando sin prisa, sin urgencia, saboreando cada momento. Sé que el recorrido para dominar este artefacto es largo y lleno de piedras, pero también sé que lo conseguiré.
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