martes, 17 de mayo de 2016

La guerra de la paz

Acometí hace poco la lectura de esta buena novela escrita por Vernor Vinge y publicada en 1984, consiguiendo ser finalista del premio Hugo.

Se engloba dentro de la serie de novelas llamadas de las "burbujas", por ser precisamente unas esferas absolutamente infranqueables y que escapan al tiempo el centro de atención sobre el que giran los argumentos de estos libros. Bajo el presupuesto de la existencia de una tecnología capaz de elaborar estas esferas de distintos tamaños dentro de las que el tiempo no transcurre, se trama toda una serie de intrigas, luchas de poder, y desencadenamiento de acontecimientos tan increíbles como fascinantes.


Sobre el señor Vinge ya habé recientemente al comentar un poco su también fascinante "Fuego sobre el abismo", en la que igualmente juega con situaciones complicadas desde el punto de vista de un observador y lo que ocurre en el tiempo. En aquélla, el elemento disturbador o dilatador era la velocidad a la que la nave de algunos de los protagonistas viajaban por la inmensidad del espacio, y trazaba con maestría el concepto de singularidad tecnológica. En ésta, en cambio, el matemático y avispado escritor se saca de las meninges un nuevo aliado, las burbujas. Es La guerra de la paz, la primera de una trilogía de éxito notable, y en ella se nos plantea la situación del planeta más o menos dentro de un siglo, cuyos habitantes fueron diezmados por la guerra nuclear y las plagas de enfermedades.
Los poseedores del secreto de las burbujas han encerrado en ellas todo aquello susceptible de producir daño a la sociedad, y así protegen de la guerra a los seres humanos. Pero son sólo ellos, los pacistas, los que deciden qué y cuándo. Lógicamente, con el tiempo, no tarda en surgir un movimiento de resistencia para acabar con el monopolio del uso de esa tecnología, y es el mismo inventor del concepto (huído y perseguido por La Paz), junto a un joven superdotado, los que darán un vuelco final a la deriva de la evolución humana.

Aparecen en el libro países que no existen, y no están los que son, suponiéndose que todo es producto del postapocaliptismo, y así se habla de Aztlán, por ejemplo, o un Nuevo Méjico cuyas fronteras poco tienen que ver con las actuales. También hay unas tribus o etnias inventadas, como los Ndelante, los Jonque, los quincalleros y tal y cual. Hay muchas cosas que no se explican, pero se van extrayendo por el contexto o, en todo caso, no resultan definitivas o importantes para la comprensión de la trama. La elaboración sicológica de los personajes es bastante correcta, y son muchos y variados, presentándose todos con sus motivaciones y sus objetivos... salvo quizá el caso de uno de los principales protagonistas, Willi Wáchendon, que vale, nos lo sitúa socialmente, se nos explica su desarraigo, su origen, pero realmente no se explica lo que le empuja a hacer lo que hace. Interpretaré que es su forma de agradecer lo que Paul Naimish hace por él dándole una formación y curándo su dolencia... No queda claro.

Sea como fuere, la novela es buena, y el planteamiento original y válido, con un final que, aunque plausible, no es el esperado por el lector (o no lo fue por mí...).

Ya he empezado a leer el segundo libro de la serie de las burbujas, Naufragio en tiempo real, que promete bastante, y da un paso de gigante en el uso del concepto de las burbujas, con un aprovechamiento de las mismas que va más allá de lo imaginable... pero esa es otra historia que pronto les contaré.

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