martes, 16 de febrero de 2016

Singletrack emotion: 1x1

Corren tiempos vertiginosos. Tiempos en los que las novedades se suceden a un ritmo a veces difícil de seguir.
Pero tiempos en los que, también, la extravagancia, lo freak si se quiere, se ha convertido en un valor... o eso es lo que quieren algunos.

Siempre han existido las modas, y a menudo los especialistas en marketing hacen bien su trabajo, que consiste en convencernos para comprar algo, y una vez que hemos caído en la trampa, convencernos de que hay algo nuevo, mejor, que supera a lo anterior que ya tenemos. Y así sucesivamente en una rueda infinita, una trampa para ratas, como esos molinillos que tienen las jaulas de los hamsters.

Me pregunto, ¿quién es el extravagante? ¿Quién hace l correcto? ¿Qué es lo correcto? ¿Quién dice qué es lo correcto?

¿No deberíamos simplemente disfrutar del total? A menudo prestamos demasiada antención al objeto singular, al mero instrumento. Demasiado nunca es suficiente, yo mismo solía decir eso a menudo. Pero las circunstancias cambian, las necesidades también, y la mente, en su interminable proceso de adaptación aprendizaje, también.

Hace veinte años un eslogan rezaba que "cuando una bici sueña, sueña que es una Kona". Yo simplemente sueño, porque soñar es tener ilusión, y ¿qué sería de la vida sin ilusión?

El karma es importante, intento observarlo y equilibrarlo, aunque a veces es difícil. Pero lucho.

Esta tarde he desafiado al frío, o eso creía yo. Dieciséis sobre cero marcaba el termómetro cuando enganché los pedales a las zapatillas y comencé a darle vueltas a la cosa con bielas. Como viene siendo usual en estas fechas, el terreno, el paisaje, lo que el bosque deja ver, es precioso. Precioso.


Una sola velocidad es más que suficiente, sin complicaciones, sin ruidos parásitos. Los senderos están cuidados, hermosos. No necesito más que una horquilla rígida y mis brazos trabajando. El trabajo es más completo y, por supuesto, totalmente satisfactorio.


El sol ya va bajando, aparecen claroscuros intensos, a veces el caminito toma la dirección Suroeste, y tengo que hacer virguerías con la visera del casco buscando sombras para poder ver por donde voy.


El metálico sonido del buje trasero, tan especial y raro como la propia bici en estos tiempos, me acompaña. Un sonajero de lata que me encanta. 
El frío empieza a apoderarse de la escena, los grados celsius caen poco a poco. El viento de componente Norte se hace notar en los pocos claros por los que discurro.

Ella también quería descansar. 
No sé la vida que llevó antes de llegar a mis manos, pero veinte años no son pocos para una bici de campo...
Intento tratarla bien y darle alegrías. Ella me recompensa. Con creces.
El casi obligado autorretrato, casi echándoseme el tiempo encima, pero es que no tenía prisa por irme a casa, estaba disfrutando muchísimo, y se me nota:


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