El calor cambia las prioridades y las formas de vida. Afecta, incluso, al modus vivendi de todo un país.
No por ello renunciaría yo a disfrutar de un primaveral día como el de hoy. Las temperaturas han bajado un poco, y de todos modos la ruta no era larga.
Pequeño alto en el camino |
Incursión en singletrack secreto |
La mañana avanza. La temperatura va aumentando ligeramente, pero es perfectamente soportable. Atrás y lejos quedaron esos días en que por momentos dejas de sentir las puntas de los dedos. Pero el verano es inminente. Hay un verdor escaso que huye, o que lucha por quedarse, nunca lo he tenido muy claro. Los tonos ocres y dorados hacen su aparición. Viene todo en un paquete estival, es el ciclo imparable, y tenemos que adaptarnos, aceptarlo, convivir y disfrutar. ¿Por qué no?
Llega el momento de poner casi punto final, y a buena hora, mientras atravieso Beas, decido que es el mejor momento para acometer la agradable empresa de meterme entre pecho y espalda un buen mollete con jamón de la pata y su correspondiente café. Un grupo de abuelas exhaltadas con motivo de la romería del lugar, acompañadas de un par de bebés, amenizan en demasía mi soledad. Nada grave, estoy acostumbrado a vivir con mis semejantes. Adaptarse o morir.
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