Con esa mínima reflexión comenzaba mi paseo matinal en este domingo abolutamente preveraniego por la sierra de Huelva.
Hoy he cogido un desvío hacia el Norte, adentrándome por la zona de Gil Márquez. No me gusta dar pistas de por donde voy, por si los beneméritos, ya saben.
De todos modos, mi observancia de las normas de circulación, previo filtro del más loable sentido común, es total. Pero nunca se sabe con qué pie se ha levantado el agente de turno un domingo por la mañana...
Al grano: me he permitido tirar una pocas instantáneas que muestran algunas rectas en esas planicies que se encuentran entre Cabezas Rubias y San Telmo, entre curva y curva.
En cuanto me adentro más al Norte, enseguida aparecen curvas, la vegetación cambia, la diversión es mayor.
Disfruto al volante de mi pequeño vehículo destechable, como siempre. Y me pregunto ¿para qué venderlo? ¿Por qué cambiarlo?
"carretera" de diminuta anchura tres km antes de llegar a Almonaster la Real |
Como decía al principio, por segunda vez se ha truncado un negocio o trato que parecía seguro a priori. La falta de formalidad, de seriedad, la falta a la palabra dada que tanto caracteriza al españolito medio, al celtíbero común, ha sido la causa.
Dicen que Dios escribe con renglones torcidos, y la vida me ha enseñado que hay que aprender a leer las señales.
Mientras hago trato o no, prisa ninguna tengo ahora, sigo disfrutando de esta gran mecánica que me ha proporcionado, y lo sigue haciendo, grandes ratos de gloria y disfrute.
Me siento más libre, el flow me acompaña.
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