martes, 6 de enero de 2015

Tarifa es así

Creo recordar que ya he dicho por este vloc que tengo una relación amor/odio con Tarifa.
La Meca del Viento, la llaman algunos. Yo no.
He ido muchas veces. Hace años como windsurfista, y ya entonces sufrí las consecuencias perniciosas de la reconversión al turismo brutal que sufrió esta pequeña y tranquila localidad en los años ochenta.
Mis recuerdos de entonces, siendo yo un tierno universitario, hace entre 20 y 25 años, son de un pueblo lleno de gente joven con muchas ganas de fiesta. Discotecas abarrotadas, mucho turismo nacional... y no tanto viento como la publicad prometía.

Un par de décadas más tarde, reenganchado al viento a mis cuarenta, descubro que algunas cosas han cambiado. Los hostales, hoteles, albergues, cortijos, casas rurales y cámpings se han multiplicado; el turismo es más internacional que nunca, sobre todo alemanes; y apenas hay windsurf, que ha tenido que ceder territorio y aguas, y compartir con los kiters lo que antaño fue su feudo particular. Pero hay cosas que siguen igual: el viento, o su ausencia.

No hay tantos días de viento al año como se pregona (se habla de 300 días al año, cosa que, a todas luces, es una barbaridad). Y de los días que hay, hay que descartar la mitad, bien por defecto, bien por exceso, bien por una orientación tan inadecuada que practicar cualquier tipo de actividad náutica se convierte en un ejercicio de lotería en el que te puedes jugar la vida por lo racheado, inconstante e impredecible.

¿Qué nos queda, entonces? ¿Por qué seguimos acudiendo? ¿Dónde reside el atractivo?

Bueno, en primer lugar, sobre todo en invierno, es normal que no haya viento en ninguna parte salvo allí. Ya saben lo que se dice, "en el país de los ciegos, el tuerto es el rey". Es mejor malo que nada.
A ver, no me malinterpreten, en Tarifa obviamente se navega, y mucho. No son las condiciones ideales, pero se navega, y eso es mucho cuando en Huelva, por ejemplo, entre noviembre y diciembre sólo hemos tenido tres días aprovechables. Dos o tres meses de sequía acaban con los nervios de cualquiera, y uno empieza a plantearse otro hobby, a hacer viajes en busca de la presencia de Eolo, a convertirse al ascetismo. Y uno acaba, antes o después, en Tarifa.
Es rara la ocasión en que uno navega en Tarifa y se va de allí con una sonrisa en la boca. Te sueles ir agotado, roto, a veces cabreado, otras veces indiferente. Según la época del año, te tienes que pelear con cien personas para entrar o salir del agua. Debes prever el vacío de viento que suele haber en la orilla. Esquivar a las 37 escuelas de kite que están haciendo su agosto particular en cuanto se mueve una brizna de brisa. Y luego, cuando has pasado todas esas barreras, cuando por fin llegas a la zona "buena" de viento, te encuentras con un Levante que consiste en un viento ligeramente off-shore, de tierra, que es siempre racheado. Y quiero decir muy racheado. Esto significa que te mueves normalmente en un rango de 15-25 nudos, o como este sábado pasado, que en la orilla había 15-30, la locura para meterte en el agua o para bajar la cometa.

Hay días que el viento se asura un poco, y entonces tienes uno de esos días gloriosos que te hacen cambiar la percepción de las cosas. Un paraíso se abre ante tí, y la conjunción con un agua verde transparente, el entorno semisalvaje de la Valdevaqueros, las chicas en bikini, el buen tiempo, y el after hours, conviertene a Tarifa en lo que es. Por desgracia, estos días son los menos, aunque existen, doy fe.
Del Poniente ni hablo, de eso estamos hartos en Huelva, y es, sin duda, la mejor componente de la que podemos disfrutar en Andalucía.

Atractivos, pues: viento cuando en ninguna otra parte hay; buena restauración, buena oferta hotelera, marcha nocturna, buen ambiente siempre.
Contras: viento racheado, que puede ser tan fuerte que lo haga impracticable; playas atestadas; demasiado postureo; robos de material en la orilla.

El Levante acude normalmente en series de días impares. No sé porqué, pero es así. Suele durar 5 ó 7 días. Los primeros días normalmente no se puede navegar, superando los 40 nudos. Mejor entonces buscar spots alternativos donde amaine un poco, como Caños de Meca, Palmones, Getares, incluso Conil o Rota. Después ya se estabiliza un poco y podemos aprovechar, a sabiendas de que el viento suele ser off-shore, de tierra, y que nos la estamos jugando si salimos del abrigo de la duna de Valdevaqueros. No es difícil complicarse la vida si algo falla y no podemos volver a la costa. Hay que estar preparado para hacer un autorrescate, contar con la ayuda de amigos o compañeros, rezar porque los Sea Angels estén ojo avizor, o, simplemente, desprenderse del material y volver a nado. De todos modos, yo suelo decir que los accidentes no existen, y normalmente vienen motivados por imprudencias, falta de cuidado y mantenimiento del equipo (líneas rotas, velámen rajado...), uso con desconocimiento de los sistemas de seguridad, navegar en condiciones extremas sin la pericia adecuada. Todo ello es evitable. Aún así, suceden cosas imprevisibles, pero la mayoría de las veces, los "accidentes" son previsibles y evitables.

Lo que dio de sí el domingo


Dicho todo esto, he pasado un par de días con Manu y unos amigos y sus familias en susodicha localización. Lo hemos pasado bien. El sábado tuvimos un tremendo día de levantera, tan fuerte por la mañana que nos desplazamos hasta Caños en busca de condiciones asumibles sobre todo por Manu, y nos encontramos con que allí no entró. En invierno se suele anortar, y por tanto se convierte en algo de lotería. Tuvimos que volver, y cuando llegamos a la zona del Tumbao, sobre las dos de la tarde, ya había 50 cometas navegando. El viento había bajado un poco. De modo que nos metimos y pasamos una buena tarde que fue de menos a más, totalmente contra el pronóstico meteorológico. Sopló el doble de fuerte de lo previsto, y durante tres horas más de la cuenta. Yo acabé surfeando la pequeña ola de la orilla con la Drifter de 7 metros de Manu, en lo que acabó siendo una tarde casi gloriosa. Manu rascó un par de horas y también acabó muy contento. Julio tuvo sus más y sus menos, terminó con una sensación un poco agridulce. Y Diego, en su línea, pasado con la 9 metros para variar, pero a él le gusta así.
El domingo, ná de ná. Tarifa es así. Lo mismo te regala lo imprevisto, que te deja con las ganas. Es impredecible. Es especial. O te gusta o lo odias.

Yo todavía no he decidido.