martes, 16 de septiembre de 2014

repuestas

Diecinueve, ¿quizá veintiuno? La verdad, no recuerdo claramente, perdido en la distancia de mis tiempos universitarios, el momento en que llegaron a mis pies las Asics Tiger (hoy simplemente Asics) que me han acompañado en tantos y tantos y tantos kilómetros.
Hace unos meses puse un pictograma por aquí para que pudieran horrorizarse del lamentable estado en que encontraban.
Pero es que unas zapatillas de deporte son, para los tíos, como esas camisetas viejas que te niegas a tirarlas a la basura, te resistes a deshacerte de ellas por estiradas, agujereadas, irreversiblemente manchadas que se encuentren.
Es un efecto curioso. Yo creo que las mujeres no tienen ese punto de cariño por unos malditos pantalones jeans tremendamente despintados, rajados, deshilachados, esos que no puedes llevar monedas en el bolsillo porque se caerían por el agujero... Bueno, esa es al menos mi impresión.
El caso es que mis Asicstiger han sido muy fieles, cómodas, mi segunda piel (o más bien mi segunda planta del pie) en todo tipo de actividades: mucho correr, porque eran para eso, pero también he jugado mucho a pádel, he practicado descenso en bici, montado en moto... y fue hace unos días cuando practicando un inofensivo senderismo, dijeron basta. Es normal. Han muerto de puro agotamiento, de vejez.
Descansen en paz donde quieran que ahora ya se encuentren (aunque sopesé meterlas en una vitrina y dejarlas en la estantería del salón a modo de homenaje, al final las tiré de manera totalmente irreverente al cubo de la basura, mezclado con todo tipo de residuos orgánicos. ¡Qué horror!)

A rey muerto, rey puesto, suelen, o solían decir (hoy los reyes no se mueren). Conque me dirigí al Decartón a por unas Kalenji, que siendo la marca de la franquicia suponía baratitas... y un mojón! Precios exhorbitantes. Ciento treinta euros por unas Asics normalitas (y pesadas), ciento cuarenta y ciento cincuenta por unas Adidas (que en mis tiempos serían del montón, cutres, feas y también pesadas). Cien euros unas Kalenji, ciento veinte las Mizuno. Joder, joder, joder, que me voy a volver a casa totalmente acobardado al final, ya lo verás.
Y de repente, allí las vi, en el estante de abajo, como soslayadamente, como si las hubieran puesto en ese lugar por misericordia. No se lo creerán, pero en los grandes almacenes prestan mucha atención a dónde se colocan los artículos y porqué, pero ese es tema que sobrepasa mis ganas de escribir hoy, aquí y ahora.
A lo que iba, las Nike me estaban guiñando un ojo, o un ojal de los cordones supongo. Las cojo, y veo en la etiqueta informativa que cuestan la mitad que unas Asics, y pesan 100 gramos menos. De 330 a 220 gramos exactamente. Señores, eso es un 33% menos, y les aseguro que cuando llevas mucho rato corriendo, esas cosas se notan.
En fin, que no sé ni cómo se llama el modelo, ni si son "air" (es que ni siquiera sé si ese concepto sigue existiendo), solo sé que me las probé y fue una simbiosis total.


Ayer las probé y, la verdad, colmó mis expectativas que, para ser sinceros, tampoco eran algo sobrecogedor. Inicio de este modo mi temporada de entrenamiento invernal con el único objetivo de hacer deporte al aire libre cuando la luz comience a escasear por el cambio de hora.
Correr no es que me vuelva loco de alegría, y normalmente cuando llevo unas semanas me acabo aburriendo. Pero tengo un plan para hacerlo más ameno y entretenido.
Ayer sólo hice cuatro km, a ritmo patatero de cinco minutos el km. Poco a poco, ya iré aumentando minutos y km paulatinamente. Conozco bien mi cuerpo, llevo muchos años con él, y sé el ritmo que le gusta para no tener problemas.