Acabada la temporada de moto de campo por legislación anti incendios, ahora es el momento de aprovechar los sábados, bien temprano, para retomar esos paseos en coche que tanto disfruto en soledad.
A pesar de mis intenciones, esta vez el reloj corporal que me suele despertar temprano, siguiendo la inercia de levantarme a las seis de la mañana a diario para ir a trabajar, no me avisó hasta pasadas las ocho... un poco tarde para mi gusto, lo que traería ciertas consecuencias que más adelante relataré.
Es la época del año ideal para salir ya a cielo abierto desde el kilómetro cero. Enfilé hacia la sierra, dirección Aracena, por Campofrío, carretera que suele estar desierta.
A partir del embalse que encontramos nada más pasar Riotinto, la cinta de asfalto se retuerce mientras va subiendo poco a poco, de forma preciosa y casi gloriosa, hasta Aracena. Desde allí, nada más entrar en la pintoresca villa, salgo en dirección Santa Ana la Real por una carretera de tercer orden en la que hay que tener cuidado porque es transitada por turistas, usuarios de alojamientos rurales (que abundan mucho por allí), y es estrecha y con visibilidad limitada por lo cerradas que son las curvas...
Toda esta zona pertenece al Parque Natural de Sierra de Aracena y Picos de Aroche, y hay cierta variedad de hierbajos, matojos y arboleda: castaños, encinas, pinares...
Tomo la desviación hacia Fuenteheridos, pasando junto al mirador de Arias Montano, lugar de interés por las increíbles vistas. Es un breve puerto de montaña con algunas curvas de segunda velocidad en las que hago chirriar los nuevos Hankook buscando su límite sin arriesgar mucho a esa velocidad baja. Muy divertido y, una vez más, con la suerte de no cruzarme ni un solo coche en toda la subida.
Justo antes de llegar a Fuenteheridos tuerzo a la izquierda dirección Castaño del Robledo por una carretera que alguna vez he transitado en bici para algún enlace endurero, pero que nunca había rodado motorizado, y ha sido un descubrimiento total, vía magnífica, paisajes que distraen de la conducción, buen asfalto, poco o ningún tráfico, y revirada con subidas y bajadas, y que va a desembocar en la N-435, la famosa carretera que muchos motociclistas han usado como "circuito" particular durante lustros y que, hoy día, es sólo frecuentada por autobuses de turistas y algunos moteros en sus grandes naked o trail. Las RR han desaparecido del mapa y los hospitales y cementerios tienen, así, un respiro.
Llego al cruce de Santa Ana, lugar de descanso y café de ciclistas y motoristas por antonomasia, con la mala suerte de que cinco minutos antes ha llegado un autobús cargado de pacenses que vaya usted a saber a dónde se dirigirían... Los dos camareros no daban abasto, cómo sudaban los tíos. Yo, como no tenía ninguna prisa, me lo tomé con calma y filosofía, mientras observaba, divertido, las evoluciones de los turistas, los cabreos sordos de los que no eran atendidos, las carreras de los camareros... pasé un buen rato, y pagué gustoso los cuatro euros y medio (sí, 4'50€) por un par de tostadas de pan de pueblo con jamón pata negra y un café. La mejor tostada con jamón que he tomado en mi vida, mereció la pena la espera y los euros, en serio.
Cuando salgo del bar hacia el coche ya son más de las diez y media y la temperatura pasa de los treinta grados celsius. Esto no hay quien lo soporte. En ese momento llega una grupeta de ciclistas que vienen de la provincia de Badajoz y el final de la ruta era en Matalascañas... Les deseé lo mejor después de una breve charla con ellos.
La vuelta fue sin incidentes, pero en Zalamea la Real decidí poner la capota dado el calor que iba en aumento. No es lo mismo que ir a cielo abierto, peeeeero, son las ventajas de tener dos coches en uno.