Quien más, quien menos, teníamos pósters, fotografías, o simples imágenes mentales de los maravillosos Countach, F-40 y, un poco más tarde, el McLaren F1. Coches que marcaron una época, paradigma de lo espectacular, la belleza, el poder, lo inalcanzable...
Entre medias hasta hoy ha habido otros coches, pero ninguno, lo tenemos que reconocer, con el carisma de aquéllos.
Porsche y sus sucesivas versiones de GT3 y Turbos siempre estaban ahí, cada vez más bestias, pero aún así les faltaba algo para catalogarlos como supercars.
Surgieron novedosas marcas, series limitadas, algunas excentricidades, pero al final se trataban de meros GT, y no auténticos deportivos puros y duros, coches para hombres. Se llegó al exceso, el poder por el poder, la fuerza de los cv, los precios fuera de órbita, y los deportivos de salón, vehículos que jamás veríamos en un circuito y rara vez por la calle. Koenissegggggg, SLR, Veyron, Murciélagos, Diablos, Astons todos iguales, Maseratis cada vez menos Maseratis... una pena de panorama.
Pero hoy, treinta años más tarde, la alegría me invade. Después de 360, 430 y el actual 458, por fin Ferrari pone en la calle al digno sucesor del Enzo: el LaFerrari. Asimismo, coincidiendo en el tiempo, McLaren nos asombra con su última creación, el P1, sucesor ideológico del añorado y casi perfecto F1. Y por último, Porsche, después de un Carrera GT que pasó sin pena ni gloria y con algunos problemillas que ahora empiezan a hacerse públicos, asombra con el vanguardista 918.
Se quieren medir, o les quiere medir las fuerzas el cuarto poder, antaño la prensa, hoy todo un maremágnum de bloggers, webs dedicadas al mundo del motor, foros especializados y revistas virtuales on-line, en el que se ha constituido como la única arena posible para vehículos de este calibre, el ring de los autos desmesurados, la meca de los petrolheads, el infierno verde: Nurburgring.
Si un deportivo no es rápido en Nurburgring, no vale para nada...
Todavía están recientes las heridas abiertas entre Porsche y Nissan sobre el rendimiento de sus Turbo y GT-R allí. Y otros auténticos deportivos verdaderos, auténticas obras maestras artesanales dedicadas a la lujuria de la velocidad y a la loa de lo excepcionalmente concebido y manufacturado como los sucesivos Zonda, que desde su versión de calle primigenia, llamada F, hasta las más rádicales para uso track only, han arrasado allí, ora por tiempos imposibles, ora por sensaciones impresionantes, sonidos que hacen temblar las almas, estéticas impactantes. Otros fueron también los Ferrari FXX o los 599GTB, algunas versiones SV de Lamborghini, y ciertas preparaciones menores de fabricantes artesanales de cortas tiradas.
Pero hoy, ahora, con esta nueva tríada, la emoción invade nuestros corazones otra vez. La tecnología usada es tanta, la electrónica lo invade todo, las soluciones de ingeniería, la mezcla de recursos energéticos, la lucha por la aerodinámica, y además de todo ello, aunque no lo crean, son conducibles en el día a día.
Oh, maravilla. No hablemos de euros aquí, por favor, no caigamos en semejante chabacanería. Es impropio, como lo es quejarse de su consumo, del desgaste de neumáticos, o de precio del seguro.
Dejémonos de cháchara y pasemos a la realidad, y para ilustrar tamaña parrafada, ¿qué mejor que un montaje perfectamente realizado sobre el citado P1?
Ea pues:
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