Hay que saber leer, siempre lo he dicho.
Los signos a menudo se nos aparecen, de la más variada manera, y puede que la mayoría de las veces nos pasen inadvertidos.
Sólo hay que estar un poco atentos, las orejas abiertas, los ojos avizor, y de repente te percatas de que las estrellas y planetas correspondientes se han alineado a tu favor.
En ese momento, y sin dilación, aprovecha el día, porque día que pasa, oportunidad perdida.
De modo que el sábado, ayer, me levanto con el amanecer, y ¿qué mejor día para dar una vuelta por algunas carreteras secundarias que el sábado previo al Gran Premio de Jerez de motos? ¿Ein?
En esta ocasión no cojo la moto, que ya está con un pié dentro y otro fuera, y su sustituta prácticamente en camino, sino el destechable, que reposa en el garaje a la espera, siempre dispuesto, deseando dar lo mejor de sí, bien sea paseando tranquilamente a cielo abierto, bien arrojándose sin piedad curva tras curva dejándose guiar y redondeando la salida de las horquillas con su propulsión trasera.
Antes de las ocho de la mañana ya estaba en ruta, sonando Soundgarden en el reproductor, pero pronto lo apagué para disfrutar del sonido del motor y algún chirrido esporádico de los neumáticos sobre el asfalto a una temperatura perfecta.
Un sábado bien temprano es lo mejor para acometer una salida motorizada, pues es demasiado pronto para que los ciclistas invandan arcenes y medio carril -maldita moda, ahora salen como setas y se creen los dueños de la carretera, con más derecho que nadie, por supuesto-, la temperatura acompaña, y la soledad es la mejor compañera en estos casos.
Por una vez diré, a grosso modo, el recorrido de ayer: Huelva, dirección Badajoz por la N-435 hasta el cruce de Calañas, Sotiel Coronada (magnífica carretera recién asfaltada, pero cuidado con sus numerosas curvas ciegas en las que es normal econtrar vehículos MUY lentos o ciclistas abusones de su estatus de inferioridad), subida del puerto a dos carriles (glorioso), Cabezas Rubias (paseo a ritmo moderado), y de ahí bajamos hasta San Bartolomé de la Torre pasando por Tharsis y Alosno (muy buena carretera, sin apenas baches, pero mucha línea contínua que puede fastidiar la ruta a poco que topes con un dominguero o el cateto de turno...). Desayuno en el Bar La Parada, y de ahí a Huelva de nuevo.
Es una de las muchas rutas por carreteras poco frecuentadas y normalmente exentas de Picoletos malhumorados que descarguen sobre mí su frustración.
Y si encima han desplazado a toda la motorizada a la provincia limítrofe, tan cerca y tan lejos al mismo tiempo por culpa del Guadalquivir y el parque natural del Coto de Doñana, barrera infranqueable salvo para enchufados y caraduras con uniforme de guardas forestales o guías turísticos...., pues qué más quiero??? A disfrutar de una mañana fantástica de buen tiempo y curvas hasta aburrirme sin tener que mirar de reojo a los márgenes de la carretera en los sitios en que se apostan habitualmente, o al cielo en busca del helicóptero benemérito, que ni tiene mérito, ni es bueno, ni ná de ná.
Así, queda eso.