Llegado el primer equinoccio del año, parece que una varita mágica hubiera tocado nuestra costa y de repente nos encontramos con un día fantástico. Contra todo pronóstico, porque la mañana empezó lluviosa, igual que los últimos veinticino o treinta y cinco días...
Así y todo, no se debe perder la esperanza, y viendo la evolución climática hora tras hora, en un sinvivir, al final cojo los bártulos y tiro para la playa que me vio dar los primeros bordos pandorgueros.
La cosa pintaba MUY bien, y con la 12 metros me metí de lleno sin pensarlo, con la intención de atravesar la barrera de olas orilleras a base de insistir, y poco a poco me introduje más allá de la linde espumosa. A partir de ahí, fue el disfrute. Simplemente. Nada más. Una horita de ir y venir y de probar cosas y maniobras. Y cuando noté que empezaba a cansarme, y tras apretar bien el culo con tres o cuatro rachas más fuertes de la cuenta, decidí salirme. Un placer aprovechar la fuerza de la ola para llegar a la orilla, cambiando la cometa de lado a lado, surfeando, algunos buenos carvings, un par de minisaltos, y a descansar.
Al ratito de salir subió el viento más y más. De nuevo, me fui del agua en el momento justo.
He aquí la evolución de la fuerza eólica:
Entre las 17 y las 18 fue mi momento. Gran día. Al final, y como despedida, tiré alguna inmortalización y me he permitido el lujo de montar el siguiente minivid: