1992 |
Honda prometía la manejabilidad de una 750 con la potencia de una 1000... pero en realidad quedaba entre dos aguas, y no daba ni lo uno ni lo otro. Tenía otras características peculiares, como la obstinación de Tadeo Baba, el alma máter inspiradora del proyecto, por que su llanta delantera fuera de 16 pulgadas de diámetro para mayor manejabilidad... pero lo que logró en verdad es que la moto fuera muy delicada de tren delantero. Sus meneos a alta velocidad, en cambios de rasante o en cambios bruscos de dirección eran fenomenales, y el concepto de "shimmie" se convirtió en algo habitual en los cafés de los quemados de fin de semana.
La segunda en 1996, entre nosotros "la vaquita" |
Tercera versión, año 2000, engordando. |
Versión 2004, cada vez menos 900, cada vez más lejos del concepto. |
Finalmente, en 2008, llegó a los concesionarios una versión totalmente renovada que nada compartía con todo lo anterior... pero esa es otra historia.
2004-5, en tono oscuro. Afilada y rápida, sobre todo en recta. |
El caso es que el viernes fui a Sevilla en moto con unos amigos, y a la vuelta cambié mi moto con Pedrito, que tiene una CBR1000RR de 2005 con algunas mejoras: amortiguador y muelles de horquilla Olhins, escape completo, Power Commander, latiguillos metálicos, desarrollo acortado... y cerca de 40.000 km.
Bajarme de la mía y circular con esa Honda fue como atravesar un portal dimensional.
La Fireblade 1000 de Pedrito es la mejor Honda que he probado: muy potente, demasiado quizá; mucho más manejable de lo que yo recordaba, al nivel de mi Susi, y muy muy suave, sin vibraciones. Quizá ese manejo tan ligero se deba a que el amortiguador sea un poco más largo que el original, pero no le pregunté tal dato al dueño. Desde luego, la que probé hace años de Gabi no tenía nada que ver. En lo único que fallaba era en los frenos.
Cuando me monté de nuevo en la Minigixxer, volvía a la realidad. Se acabó el efecto hiperespacio, el botón on-off que era el acelerador de aquel monstruo impresionante, y vuelta al anodino mundo de las motos de 600 deportivas, muy revolucionadas, con vibraciones, ruido y pocas nueces. Al menos mi moto es más estrecha y eso gusta mucho, al menos a mí.
Tardaré en olvidar esa catapulta con ruedas que aceleraba por encima de la raiz cuadrada de 62.500 y más allá sin aparente esfuerzo.
No hubo ocasión de inmortalizar a la bestia, pero ya se la pueden imaginar, toda negra ella.
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