Salidas cortas, pocos kilómetros, ritmo pausado, generalmente acompañado por algún neófito o personajes en ínfima forma física...
Ello ha desembocado en una forma lamentable en mí, desconocida, apabullantemente triste.
Ayer me percaté cuando, en un momento dado, decidí hacer una ruta un poco más larga de lo normal. En previsión de fortuitas consecuencias decidí ir en coche hasta la cercana localidad de Aljaraque y salir desde allí, para así ahorrarme los 14 km de carril bici horrible entre mi casa y ese punto. A ver, los podía haber hecho, pero no me gustaron las sensaciones cuando llegué de vuelta al coche con las piernas doloridas.
No hay excusas, llevo varios días sin hacer nada, he dejado descansar a mi cuerpo lo suficiente como para tomar la bici on fuerzas suficientes.
Pero he ido solo, con tiempo, con ganas de hacer trecho. Cuarenta y cuatro kilómetros de todo campo a través, he llegado hasta el final de El Rompido y he bordeado el campo de golf por los senderos acondicionados al uso senderista, he cruzado eucaliptales, atravesado trampas de arena, recorrido numerosos singletracks, retorcidos senderos, sorteado charcos, he embarrado la bici con alegría y sin miedo.
Y me han dolido las piernas. Sensación olvidada. Y ahora recuperada. Recuerdo cuando no hace ni un año todos los días hacía 50 ó más km. Y llegaba a casa tan fresco...
Hoy me he levantado como nuevo, estoy bien, ni cansado, ni fatigado ni resentido. Es raro. Todo esto es raro. ¿La edad? ¿La encomienda multidisplinar a variadas maneras de entretenimiento físico?
Qué se yo.
No paré ni para echar una instantánea recordatoria, y la hice montado por un caminito, para no perder tiempo ni cortar el ritmo:
Photo diferente para un día diferente |
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