Ahí dentro, perdido en esa inmensidad, se atisba o intuye una cometa. El que hizo la foto dice que soy yo. Yo no lo sé realmente. |
El cielo que a las cinco estaba completamente despejado, se cubrió de golpe por estas masas húmedas que vinieron arrastradas por el viento moderado del Sur-Sureste, un poco atípico por estos lares, pero igualmente válido para la práctica del cometeo... si no fuera por la tremenda corriente y la franja de olas orilleras que dificultaban la ceñida inicial.
A pesar de todo, y tras la técnica de ensayo y error, un rato meditando en la orilla, medio bocadillo de chorizo extremeño de la pata -negra, desde luego-, y algún consejo del Gurú, al que también llamo "El hombre que susurra a las cometas-, logré adentrarme más allá del rompeolas, donde me esperaban unas enormes pero ordenadas formaciones acuáticas comúnmente conocidas como "olas". Madre mía, eso sí que eran olas. Se frenaba la tabla al subirlas, y se embalaba al bajarlas, mientras yo hacía esfuerzos un poco descontrolados por no salir volando catapultado. Fue divertido.
Todo ello aderezado con mi nuevo traje de neopreno: hay que ir preparando la temporada invernal. Todo OK, lo mejor que puedo decir de él es que parecía que no llevaba nada puesto: genial.
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