El cerebro nos gasta esas jugadas graciosas, porque lo que vemos, lo que captamos por los sentidos en general, no siempre se ajusta a la realidad (esto ya lo descubrieron hace tres mil años ciertos señores llamados "filósofos"). Así, lo que el cerebro percibe en realidad es una mezcla de lo que el ojo ve y lo que el cerebro tiene guardado por haberlo vivido ya antes. Es curioso, pero es así. Por eso vamos por la calle en nuestra ruta hacia el trabajo y llegamos ni sabemos cómo, pensando en nuestras cosas, y no nos damos cuenta de con quien nos cruzamos, o de esa nueva obra que ha empezado en la esquina, etc.
Bueno, pues hoy, por casualidad pura y dura, me encontré con un nuevo sendero. Sólo tuve que estar un poco atento a los márgenes del camino para darme cuenta. Y allí estaba, a mano derecha, un bonito caminito que se retorcía cuesta abajo entre los pinos. Muy chulo.
La ruta de hoy ha sido especial simplemente por ese descubrimiento. Cada vez que hallo un nuevo caminito vuelvo con una gran sonrisa en la cara, y aunque hayan sido unos escasos cien metros, para mí ha valido la pena ya hacer los 40, 30, 50 o los km que sea. En mi mente se va creando una base de datos de senderos y caminitos variados en mi zona de influencia, y soy feliz y disfruto a veces con sólo imaginar las rutas de enlace de uno a otro.
Mis rutas suelen ser varios senderillos de esos retorcidos, y los tramos para unir unos con otros. Eso mola, hace que no siempre sea el mismo recorrido, y ello me lleva a la siguiente reflexión que me ha tenido ocupado gran parte del día.
Pero antes, una plasmación del recorrido:
Vuelvo a la reflexión estrella de hoy. Tengo varias bicis, como todos saben ya. Y a menudo me preguntan ¿por qué? ¿para qué? Bueno, no todos lo pueden comprender. Y no me molesto en explicarlo. Puede que a veces suene borde, que mi respuesta tajante moleste a los curiosos que, en realidad, no tienen remota idea o atisbo de curiosidad. No sé porqué preguntan, en serio. Su mundo está tan alejado del mío...
Tengo varios velocípedos, sí, ¿y qué?
Una cosa sí me ha demostrado la experiencia, y es que normalmente hay poca diferencia de rendimiento (o falta del mismo) cuando utilizo una y otra en mis rutas habituales. Las medias suben o bajan en función de otros parámetros: motivación, circunstancias metereológicas, estado de forma, haber desayunado como mandan los cánones.
Lo que sí me proporciona cada bici de forma exclusiva es la sensación. Poco tiene que ver hacerla ruta con la Scalpel o con la Sawyer, por no hablar de la Chameleon. Y ya si metemos en la ecuación a la Hei Hei rígida total y monomarcha, te cagas. O la viejuna Kona Fier Mountain. Puedo ir igual de rápido o lento con todas por igual, pero con cada una siento cosas diferentes. Unas las he montado yo pieza a pieza, otras son compradas y están de estricta serie, pero todas tienen una historia detrás, y sus configuraciones mecánicas son tan distintas como lo que me hacen sentir cuando las monto. Eso es bonito, y según mi estado de ánimo trinco una u otra.
Hoy le tocó a la Sawyer, para probar unos nuevos neumáticos y un manillar nuevo que le he montado, prueba que ha superado con creces, los cambios han sido bastante acertados:
Pequeña cuesta con raíces asomando |
Parada en medio de ninguna parte para echar una meada |
Larga recta eucaliptada |
Mar amarillo |
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