miércoles, 29 de agosto de 2012

La concha

Hace dos días fue una tarde extraña.
Como todos los días desde el 15 de Junio, pasamos la tarde en la playa -sólo hemos faltado dos o tres días, mi morenez es totalmente antilaboral-.
Pero era raro, había muy poca gente. Vale, era lunes, pero aún es Agosto, aunque parece que ya nada es como solía ser, y el veraneo no iba a escapar a esa terrible máxima que todo lo envuelve.
La ausencia de personas no era lo único llamativo. Como observador del viento y el mar, pronto me di cuenta de que teníamos un extraño Sur-Sureste, y las olas y la corriente iban de izquierda a derecha, al contrario de lo normal. Ummmm.... ¿habría cambiado la Tierra su sentido de giro durante la noche?
Los designios de Eolo son inexcrutables como los vaivenes de la Bolsa o la prima de riesgo.
Me sumergí en las saladas aguas de Punta Umbría, dejé que el suave oleaje me meciera mientras hacía el muerto, y tras un rato de deriva hacia Poniente decidí salir. Como quiera que me alejé unos 50 metros del punto de entrada, tuve que caminar en diagonal hacia el sitio donde estaba el limitador con un par de amigas.
Caminada yo tranquilo, absorto en mis pensamientos -como es habitual-, y en todo el recorrido sólo bajé la vista una vez. Una sola vez. Una única vez y allí estaba:


Vale, el daguerrotipo es una hez como la copa de un pino, pero el gayfón y la poca luz tienen la culpa. No obstante, es suficiente para apreciar la intrínseca belleza del ejemplar. Pasmado me hallé, y no dudé en recogerla para mejor recuerdo de este fantástico verano en o personal y familiar.
Una señal, un signo, un interruptor para el final del verano.

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