Buena, buenísima mañana para comprobar que las primeras sensaciones percibidas hace unos días fueron las correctas.
Me he adentrado un poco más en mi mundo de senderos, aunque no estuvieran en su mejor momento dada la sequedad del terreno y el calor de la época.
Cuarenta kilometrillos a un ritmo medioqué para ser mi reentrada veraniega. El arma utilizada se muestra espectacular en su manejo, tremendamente reactiva, obediente en lo que toca a su tren delantero, cómoda, ligera... En una palabra, eficaz. La Scalpel me gusta en general, en su concepto desde el punto de vista ingenieril, por sus soluciones extrañas, singulares, retadoras. Pero lo que más me ha pasmado ha sido la Lefty, esa horquilla que le da una imagen única a las Cannondale. Su funcionamiento es impresionante, su rendimiento excelente, y parece que no hay nada ahí, te olvidas de ella. Eso es lo mejor que se puede decir de una horquilla, en mi opinión. Es rígida, absorvente, fácil de regular, y estéticamente es la bomba. No entiendo que alguien pueda criticarla, a menos que nunca se haya probado una y la envidia de lo exclusivo que tiene el prójimo sea el tamiz por el que se cuelan diversas opiniones. Hispanistán es así, y no hay remedio, eso no hay quien lo cambie. Un par de tomas por esos senderos que disfruto tanto:
No me fío mucho de los neumáticos, unos Schwalbe modelo Racing Ralph. Para rodar son cojonudos, pero como casi todo lo que es bueno para rodar, no agarran un mojón. El delantero me da un poco de miedo, y en mi Kona Hei Hei dio lugar a un par de caídas, una de las cuales me tuvo tres semanas fuera de juego, no sé si lo recordarán.
En el bisturí, sin embargo, parece que la Lefty camufla bastante sus carencias de calidad, y jugando con la presión de inflado he logrado tener algo medio decente para poder disfrutar. De todos modos, es cuestión de tiempo, un buen susto, o directamente una hostia, que la reemplace por una de esas infalibles Maxxis que tanto me gustan.
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