El martes fue la primera lección. Una nueva aventura, un nuevo deporte, otra actividad más a sumar en la larga lista.
Hoy, esta tarde, recibí la segunda clase. No ha llegado a dos horas y media... suficiente para dejarme agotado, con los antebrazos agarrotados y harto de pelearme con la rompiente.
El kitesurf, o kiteboarding, o simplemente "la cometita".
Siempre lo he visto desde la distancia, aburrido en la arena esperando a que suba el viento para poder navegar con mi tabla de windsurf, mientras envidiaba a los de las cometas que iban estupendamente con poco viento.
Ya hace un par de años me empezó a picar el gusanillo, pero no ha sido hasta ahora, cuando las estrellas, los planetas, el limitador, los cuervos, y mi estado anímico, se han alineado ocasionando el momento oportuno. Y ha sido en El Rocío donde y cuando me han puesto en contacto con uno de esos personajes monitores de la especialidad. Son curiosas las cosas que ocurren en la aldea, pero ese es un tema que no trataré ahora.
El primer día se dedicó a familiarizarse con el uso de la cometa, primero un parapente pequeño, luego una cometa fetén de sólo cuatro o cinco metros cuadrados, con el arnés y todo. Ir y venir manteniendo la cometa controlada. Ir y venir con una sola mano, ora izquierda, ora derecha. Jugar un poco con la potencia.
El segundo día directamente con el traje corto de neopreno y al agua, a entrar y salir con la cometa controlada, esta vez de ocho metros y con viento mucho más fuerte. La Canaleta plagada de surferos, he contado hasta 28 tipos metidos en el agua al mismo tiempo... había que pedir paso para entrar y salir!!! Bueno, es una exageración, pero no me quiero imaginar lo que puede ser un fin de semana de Julio o Agosto, la locura.
Entrar hasta que el agua me llegue al pecho, luchando con las olas que se empeñan en romper justo en ese sitio. Ahora, ahí, te pones a flotar con la cometa controlada encima de tí mientras las olas rompen a tu alrededor.
Ahora haces lo mimo pero con la tabla, lo que implica controlar la cometa con sólo un brazo, cayendo olas encima de la cabeza, y luchando por que no se me escape la tabla... Diosssss, joderrr, qué agotamiento.
Normas de seguridad que tienen que quedar claras, me las repite el monitor una y otra vez. A las siete y cuarto me rindo, con los antebrazos agarrotados, hinchados. Cansado pero contento porque los hombros no se han quejado para nada. El profesor me ha dicho que voy muy bien, pero yo, la verdad, no lo sé, no tengo referencias.
Lo que sí sé es que yo pensaba que esto iba a ser más fácil.
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