Observo una situación, cuando menos, curiosa, curiosísima.
Yo no soy empresario, nunca lo he sido, aunque bien es cierto que no lo descarto en el futuro a pesar de las cortapisas, las trabas, los valladares, y los agravios comparativos.
Y es que la comparación es inevitable, claro.
Hace un par de años, con el espinoso asunto del rescate de la banca, ya salió el tema un poco a la palestra. Más tarde surgieron otras cuestiones horribles desde el punto de vista del que, como yo, odie estas entidades financieras con base política y supuesta acción social -lo peor-, como el sonado caso CAM.
Ahora, con la huída de Rodrigo de Bankia -claro, le han bajado el sueldo de tres millones a seiscientos mil euros, y eso no hay quien lo aguante...-, y la "amenaza" de la intervención estatal con la consiguiente inyección de millones de euros, el asunto se vuelve recalcitrante.
Vale, partamos de la base de que un banco está para hacer negocio y que, obviamente, como todo negociante, hace sus tratos con quiere -o puede-, y en las condiciones que considere oportunas teniendo en cuenta quién es la otra parte y la coyuntura del momento. O sea, no se puede obligar a un banco a prestar dinero, como no se puede obligar al panadero a vender pan a la fuerza a tal o cual persona, o aun fontanero que te arregle tus cañerías si no le interesa el precio que le ofreces, o si tiene dudas fundadas de que no va a recibir su contraprestación en dinero.
Surgen entonces las cajas de ahorro, con función social, para que los que no pueden acceder a los bancos tengan una forma de financiarse... y eso lo dirige con más o menos acierto una serie de señores puestos a dedo por los poderes políticos. Con eso está ya todo dicho.
Pasó lo que tenía que pasar, y es que no se pagan los préstamos o créditos, y encima se suma el despilfarro en financiación de dudosa calidad derivada de la actividad política de sus mandamases, plasmada en aeropuertos sin aviones, líneas férreas inútiles, estadios deportivos... la lista es interminable.
El caso es que ahora hay inyectar pasta en Bankia para que no sucumba, para evitar su quiebra. Lo que me trae a la cabeza dos cuestiones fundamentales:
1º.- Unos ocho mil quinientos millones de euros -sí, 8.500.000.000 €- equivalen, teniendo en cuenta la población española, a unos ciento setenta y siete millones de euros -177.000.000 €- por español. Es como si cada español, niño o anciano, parado o trabajando, mujer u hombre, inmigrante legal o ilegal, de derechas o de izquierdas, pusiera de su bolsillo 177 millones de euros para prestárselo a Bankia, y ahora siéntese a esperar a que se lo devuelva, porque si no se lo devuelve en tiempo y forma no pasa nada. Y si ningún español ha aportado ni aportará jamás en toda su vida esa increíble suma, ¿de dónde salen los 8.500 millones de euros? Se lo prestan al Estado otros bancos, otros estados extranjeros, fondos de la UE, o los chinos, vaya usted a saber, con lo que no pagaremos esos 8.500 millones de euros, pero de los gigantescos intereses estén bien seguros que no nos vamos a escapar.
Suma y sigue.
2º.- ¿Por qué no quiebra y punto y sanseacabó? ¿Ein? Yo, si fuera empresario, estaría absolutamente indignado con el gobierno. Resulta que los indignaditos del 15M no están ni la quincuagésima parte de lo indignado que están la mayoría de los empresarios del país.
Les diré porqué no quiebran los bancos: porque el Estado, ese Leviatán todopoderoso, ese Dios inaccesible e implacable -que ni es justo ni misericordioso-, no lo permitiría jamás.
Un banquero nunca suspende pagos ni quiebra, aunque esto nunca ha sido así. Hubo una época en que algunos bancos quebraron, dejando tras de sí las normales consecuencias de un proceso así.
Pero claro hay que entender porqué no lo hace hoy. Hay que comprender que la banca hace su negocio con el dinero de los demás, con el producto del ahorro de terceros, nunca con el suyo. Por eso, para un banquero, la quiebra es mala ya que desaparece un medio de sustento, un negocio, pero no pierde mucho, la verdad, salvo la autoestima -si la tuviera o valorara-, y el honor -ídem de ídem-.
Según las normas y reglas del libre mercado, ¿qué pasaría con el dinero que los ahorradores tenían depositado en la entidad bancaria si ésta quiebra? Lo perderían por haber confiado en un inexperto, un incompetente, un caradura, o una mezcla de los tres.
Llega ahora un aspecto social del sistema bancario, impuesto por el Leviatán que interviene así en el mercado alterando sus características, y dice que hay que proteger al depositante que nada sabe de apuntes contables y negocios financieros, un Juan Español cualquiera que sólo sabe las cuatro reglas y su única lectura de vez en cuando es el Marca -si hay liga o Tour de France, si no, no-. Para ello se creó el Fondo de Garantía de Depósitos que lo cubren los banqueros en función de unas cuotas proporcionales y garantiza los depósitos hasta un límite de 100.000 euros por persona -o depósito, o cuenta en banco, da igual-.
Digo yo, "si hay un fondo que garantiza el ahorro del 95% de los depositantes, poco le importará a un banco que se encuentre mal el quebrar, ya que no le sostiene la fuerza moral de no querer arruinar y arrastrar al abismo a los que en él confiaron". Ja. Ja, ja.
Ja, ja, ja.
No es al banco a quien le importa, sino al Estado, o al sistema. A Europa, a Occidente, al Euro, al Dólar.
Porque si un banco quiebra en la situación actual, la falta de confianza se traslada automáticamente y por asociación, a todos los demás bancos y al Estado en el que opera. La prima de riesgo se catapultaría no a la Luna, sino a Plutón, nadie nos dejaría dinero, nadie confiaría en España, sería el acabóse.
Por tanto, tenemos aquí un caso especial. El banquero no es un empresario al uso, es un tipo hibrido, un ser que ha surgido de la más absoluta libertad de mercado, y la pregona y defiende cuando le interesa, pues es en la competencia y en el servicio, la oferta que hace a sus clientes, su imagen, su seguridad transmitida, todo eso es lo que vende a sus clientes... pero cuando le interesa, acepta la ayuda del Estado a quien por principios debe rechazar. Repugnante. Y mientras el Estado -que somos todos, pues se está hablando de usar el dinero de nuestros impuestos y de endeudarnos con vete a saber quien ni por cuánto tiempo- ayuda a unos hijos de puta que no han sabido o querido llevar bien su negocio, otros, los que sí hacen sus deberes, tienen que ver que su esfuerzo se recompensa así, con la ayuda a sus "enemigos", a sus rivales.
EL HORROR.
Hago un llamamiento a la cordura, nos tenemos que dar cuenta de las cosas, joder. Nosotros, los Juan Español de a pie no somos fuertes, pero somos millones. Sin todos y cada uno de nosotros no son nada, ni los bancos ni el Estado. Es una vergüenza ver cómo se gestionan estas cosas que son tan importantes sin darnos ningún tipo de explicación. Ninguna justificación.
Dejen que quiebre Bankia, a tomar por donde amarga el pepino. Los depositantes de las cajas de ahorros que lo forman recuperarán su dinero antes o después, pero no se puede sostener lo insostenible.
Es posible que haga falta un golpe fuerte, un puñetazo en la mesa de alguien que diga "hasta aquí" y se acabó. Con la quiebra y desaparación de un grande, los demás se atarán bien los machos y verán que el horno no está para bollos. Quizá es la espuela que hace falta para hacer correr a este caballo llamado España, como la bofetada que hace entrar en razón a un niño malcriado que berreaba sin razón.
Joder, hostia, ya.
Post scriptum: leo el artículo de Luis Solana hoy en El Periódico, y no he podido evitar hacer esta entrada por alusiones. El silencio de economistas de reputado prestigio, académicos, diputados, políticos de uno y otro signo -más empeñados en repartirse los despojos de aquello en lo que se va convirtiendo este país que en otra cosa, sin tener amplitud de miras, sin ver más allá de sus narices-, periodistas, think tanks, y filósofos, el silencio de todos ellos es tan abrumador como sospechoso. Yo, que me tengo por un filósofo en constante evolución autodidacta, tenía que responder. Lo he hecho.
Con todos los respetos, repase la división del punto 1º, salimos a 177 por barba.
ResponderEliminarNo entiendo su comentario, señor Anónimo: 177 por barba es justo lo que puse.
ResponderEliminar