lunes, 26 de marzo de 2012

La vuelta y la revuelta. El temita.

Sí, sí, que soy un pesao, ya, ya.
Cosas del destino, desayunaba yo, como habitualmente hago, con la amena lectura que me propicia el único periodiquillo que sirven gratuitamente en la cafetería de referencia, fuera aparte el sempiterno y omnipresente Marca -cuya lectura me niego a acometer, por principios-. Ya he aludido a esta publicación con anterioridad, pero no quiero hacer publicidad gratuita, de modo que voy al grano y les traslado, pictográficamente mediante -gracias al utilísimo gayfón-, el tremendo artículo que hallé:
Ojo a las sentencias claves: "Eran los años de las grandes quimeras, cuando Fidel Castro anunciaba la construcción del socialismo y el comunismo a la vez y propugnaba 'hacer riqueza con la conciencia y no conciencia con la riqueza'. La gratuidad hizo que no hbuera en qué gastar el dinero, ni interés por trabajar".
Brutal.
Pero más acojonantemente increíble es lo que asevera el hermanísimo, democráticamente elegido para ostentar el cargo de presidente: "la situación es una carga insoportable para la economía y un desincentivo al trabajo", y va incluso más allá en su desfachatez y cinismo, el colmo del descaro, de la jeta de hormigón, de la cara dura: "el sistema de racionamiento, bajo el que han vivido dos generaciones, es de un nocivo carácter igualitarista".
El despolle padre, hoygan, oh, hamijos.


Ya he suscrito alguna entrada hablando del ofrecimiento de negocio por parte del Alcalde de una localidad cercana, y mis dudas y diatribas respecto a la subvención de hasta un 33% del coste de la obra necesaria para su implantación, que es un buen pico, sin duda. Yo soy de los que prefieren hacer las cosas por mis propios medios, y tengo la suerte o particularidad de no tener problemas de financiación. Llámenme privilegiado, sobrado o maricón. Me la pela.
Cuando le comenté al Alcalde que yo iba a prescindir de dicho aporte económico a fondo perdido por motivos que breve y soslayadamente le dejé caer, no lo comprendió, supongo que a punto estuvo de tildarme de loco, descerebrado o mero capullo. Me la pela.
El tema le daría más dolores de cabeza que otra cosa, pues es algo que ya está aprobado, y además el grueso de la pasta viene de fondos europeos. Joder, le dije, dedícalo a mejorar el centro de salud, o la biblioteca, o pon una ambulancia permanente, o haz lo que te salga de los cojones. Pero algo necesario de verdad, no una pijada para apuntarte un tanto de cara a la galería.

Claro, luego he meditado un poco sobre este asunto, desde el punto de vista filosófico, por supuesto. Del económico ni hablamos, el negocio no es tan negocio por ahora. Y llego a la conclusión de qué horrible cosa es la subvención esa que me ofrecía, y que yo rechazo por principios -y porque puedo, que todo hay que decirlo-. Y si ahora llega un competidor mío que acepta encantado el ofrecimiento, estará en ventaja sobre mí ya que el Alcalde lo prefiere. Se prefiere tirar el dinero, así de claro.

Mi amiga Pepita -no publicaré su verdadero nombre para no herir susceptibilidades y/o afectar a la imagen pública de tal persona- me comentaba, el mismo día que el Alcalde me ofreció el negocio, que su casa es muy fría. Claro, le dije yo, tienes orientado el salon al Norte. "Además, los cristales del ventanal de la terraza son simples, y por ahí se cuela frío y se escapa calor". Mi amiga vive en un ático en una calle céntrica de la ciudad, y tiene un buen trabajo, amén de otras fuentes de ingresos derivadas de su actividad extralaboral, y su marido tampoco se puede quejar. O sea, que hay euros suficientes. Y me espeta, tranquilamente, que va a pedir una subvención. "¿Cómo, cómo, cómooooooo?" Sí, una subvención de la Consejería de Industria y Energía para cambiar los cristales por unos dobles con cámara de aire, que aislan más, te lo pagan casi todo. "Tía, no tienes vergüenza", y me pregunta que porqué, que es totalmente legal. Si yo no digo que no sea legal, yo voy más allá, voy a la idea misma, al concepto, a la necesidad, a la moral.
¡¡¡Una subvención para cambiar los cristales de la terraza de tu ático en la principal avenida peatonal del centro de la ciudad!!!
Joder joder joder.

Lógicamente, esto tenía que reventar por algún lado, no hay vuelta de hoja. No digo que acabaremos como Cuba, porque aquí no se ha llegado a tanto -aunque si por Valderas y Lara fuera...-, pero que el repetido y renombrado Estado del Bienestar cuesta mucho es una cosa, pero es que el despilfarro y la pérdida de la perspectiva es otra cosa muy distinta.

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