Como quiera que vivo a cien km de mi familia, tuve que utilizar el vehículo que poseo a medias con el limitador para viajar, cargado de equipaje, el susodicho limitador, los dos hijos y una sobrina dejada en depósito -que no en usufructo-. Una vez más, los gremlins electrónicos se aliaron para dejarnos en la estacada por vigesimoséptima vez. Estoy hasta los huevos -y eso es decir poco- de esa furgoneta disfrazada de mezcla entre utilitario y camión que es el Altea XL.
Menos mal que pasaba por allí un vecino, quien amablemente, quizá movido por el famoso espíritu navideño, me cedió su pequeño electrodoméstico motorizado fabricado hace doce años por Opel.
Ello. |
El motor de tres cilindros hace que vibre como un diésel viejuno, y no se normaliza hasta que circulamos a más de 60 ó 70 por hora. Numerosos grillos, ruiditos de todo tipo, bandeja desencajada, rayones, minibollos, plásticos deformados, forman parte del hábitat que se vive en su interior.
Es cierto que le cuesta superar los 100 por hora, y que a un crucero de 120 el motor gira a 4000 rpm. No me he atrevido a superar esa velocidad, teniendo en cuenta que era prestado y que su odómetro marca más de 170.000 km.
Seguramente, si buscamos en el diccionario el significado de "anodino", nos encontremos al Corsita en una de sus acepciones. Bueno, ¿y qué?
El Corsa es lo que es, no podemos esperar más de él: barato, fácil de mantener, medianamente fiable, poco gastón, y con espacio aprovechable. Es todo un ciudadano, un utilitario, un electrodoméstico sin pretensiones. No engaña a nadie, no te quiere convencer de lo que no es, sencillamente. Por eso, hay miles y miles de Corsitas por el mundo, por su sinceridad, por su honestidad, por su valor intrínseco como cosa con ruedas que te lleva de A hasta B sin pedir mucho a cambio.
Vale. No es el tipo de coche que me gusta ni me compraría auque ahora, después de catar sus cualidades, puede que esté empezando a mirarlo de otro modo...
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