domingo, 6 de noviembre de 2011
Gastro
Noche del sábado, previa reserva, nos presentamos en la calle Salado de Sevilla, tres parejas bien avenidas. La cola salía del local y dificultaba la entrada a este lugar que habíamos elegido por rebote o eliminación de otros contendientes. Menos mal que hicimos la reserva... lo que no quitó que tuviéramos que esperar 25 minutos para sentarnos en nuestra mesa. No obstante, hay que decir que tuvieron la cortesía de invirtanos a unas cervezas durante la espera, lo que hizo que el trance fuera menos gravoso.
Llaman la atención, en este punto, algunos aspectos. Sólo se ven señoritas orientales, ignoro si serían japonesas, chinas, coreanas o vaya usted a saber qué. Ningún humano de sexo masculino fue visto en ningún momento.Todas ellas, además, cuya talla media era 1'50 metros, vestidas con un kimono azul marino cerrado con un ancho cinturón de color rojo; sandalias y calcetines. Corrían para acá y para allá, no paraban ni un momento. El local estaba atiborrado, y habría un número de mesas entre 25 y 35, calculo.
Según el profesor de pilates de mi hermana, japonés de nacimiento -lo que es raro, porque el método pilates es algo totalmente occidental-, se trata del mejor restaurante japo de la ciudad.
La carta es extensa, variadas opciones para entradas, frituras, especialidades crudas, carnes tratadas en modos extraños e incluso postres. Todo detallado, traducido lo que se podía traducir, y con numerosas fotografías que servían para aclarar en qué consistía cada plato.
Yo elegí un Maki Sushi Mix, que es un variado de rollitos de arroz con trocitos de pescado crudo -atún o salmón- o de verduritas, envuelto en algas; y después unos pinchitos de pollo bañados en salsa agridulce.
Hay que decir en este punto que las raciones son generosas, incluso demasiado. Fui el único capaz de acabar todo lo que pidió, simplemente porque mis raciones eran las más pequeñas.
Aquí mi Maki Sushi:
Todo fue regado con abundante cerveza de barril de origen español, que no falte. La comida estaba buenísima, y los precios están a un nivel bastante aceptable. Vale, el local no tiene vistas, apenas ventanas, y hacía calor... pero nos pusimos hasta el culo de comer, y encima nos prepararon unos tuppers para que nos lleváramos las sobras, que no fueron pocas. En la bolsa de los tuppers incluyeron un pequeño tarrito con salsa de soja y todo.
Muy buen trato, las chicas orientales siempre sonrientes y dispuestas, muy amables.
Al final salimos a unos veinte euros por cabeza, pero, después de lo visto y ya con la experiencia, puedo asegurar que gastando entre 10 y 15 euros se puede comer y quedar plenamente satisfecho.
Las sobras fueron tomadas hoy en el almuerzo. Como no tenemos perro, nos las comimos nosotros. Prueba pictográfica en la que apreciamos cómo a mi vástago menor le entusiasma este tipo de condumio:
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