El mercado, que nadie se engañe, lo hacen los compradores.
Esta frase, que leí hoy de pasada ojeando un foro, después de estar un ratito pensando y atando cabos, me ha parecido revelador.
Es como un añadido a la manida frasecita de la ley de la oferta y la demanda. Lo es todo, en verdad. Sin compradores no hay mercado. Muchas veces nos quejamos del precio de algunos artículos, desde un bolígrafo a una vivienda, pasando por un reloj, un aparato de TV, un teléfono móvil, o un abrigo de lana. Es muy fácil: si no los compraran, bajarían rápidamente de precio o directamente dejarían de fabricarse.
Luego están las técnicas de mercadeo, cuya única función es la creación artificial de necesidades, sembrando semillas de compras compulsivas de objetos que no nos hacen falta... trampa viejuna en la que caemos a menudo.
Ayer mismo tuve una interesante discusión con el limitador -raro, raro, raro, la verdad, que cada vez son menos, tristemente- sobre este peliagudo asunto. Yo le decía que era algo alucinante comprobar la espiral de consumo en la que estaba envuelta la sociedad, los intereses económicos creados alcanzan cifras astronómicas, y cómo millones de personas no podemos escapar a ello. Mi mente se resiste a admitirlo, pero es verdad. Le dije "yo estoy dispuesto a vivir sin móviles, sin internet, sin calefacción, sin TV, y con la ropa justa; yo podría vivir con lo puesto prácticamente, cada vez tengo menos apego", y ella me contestaba "¿quieres, entonces, volver a la edad de las cavernas?". En ese punto tuvimos que dejar la conversación por razones filiales...
Es cierto que el desarrollo industrial y los avances tecnológicos nos han hecho la vida muy fácil y cómoda, pero ¿a costa de qué, ein?
Mucho ojo, no quiero que esto sea tomado como una reflexión tipo greepeace, o perroflauta. Lo mío raya lo filosófico, lo poético casi.
Quiero dejarlo aquí ahora. Esto hay que madurarlo un poco.
Y luego uno se muere. Muriéndose tonto.
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