Desde hace unos días ya no hago entradas "watch talk", porque he percibido un feedback bastante negativo al asunto este de los pelucos. Me he limitado sencillamente a poner retratos sin más explicación que el modelo de que se trata, sin contarles nada de su maravillosa historia, las motivaciones que me empujaron a su adquisición, el tiempo que llevan conmigo, ni nada de nada.
Pero este ejemplar que ahora les relato es un poco más especial que los demás. Por tanto, a quien no le mole esto ya sabe lo que tiene que hacer: nadie le puso una pistola en la cabeza para que visitara este sitio, y es libre de abandonarlo ipso-facto sin necesidad de que yo le autorice, faltaría más.
Al turrón:
¿Quién no ha visto aún esta obra maestra del cine antibélico?
Este fragmento es muy aleccionador sobre el tratamiento que se da a la guerra en el filme. Frases célebres: ¿Hueles eso, eh, hueles eso? Aquella colina olía, olía... a victoria.
El jodidamente loco coronel Kilgore arengando a su cuadrilla más allegada a hacer surf en medio de una batalla, mientras sus tropas se tiraban al suelo cada vez que escuchaban silbar un obús y él permanecía impertérrito e inmutable entre la arena levantada y el viento, rocas, sangre, fuego, balas, etcétera. Parece la guerra de Gila, pero no lo es en absoluto. Se relata, en cambio, el desastre en que se puede convertir una guerra así, en la que cada mando establece su pequeño virreinato y se erige como un ser supremo endiosado hasta lo imposible, hasta lo indecente, hasta lo ¿inmoral?
En otros tremendos pasajes de este film, que se suceden ante los atónitos ojos del espectador receptivo, podemos ver más ejemplos de la locura que embarga las mentes débiles de soldados que permanecen durante meses bajo la presión de Charly, el abandono de toda moral o principios de actuación humana, porque en la guerra parece que es verdad eso de que "todo vale".
Así, se suceden asesinatos inexplicablemente estúpidos e impunes, violaciones, tráfico de todo tipo de sustancias y mercancías, legales o no, incluso pertenecientes al ejército, y en grandes cantidades; fiestas en medio de la jungla... la locura.
Y de este modo esa locura llegó al coronel Kurz, interpretado por el irrepetible Brando, en una de sus actuaciones más controvertidas.
Pero no es el gran Marlon el prota de la peli, sino el capitán Willard, a quien da forma Martin Sheen. El capitán recibe la misión de eliminar a Kurz, para lo que deberá realizar un viaje de unos 75 km río arriba en medio de la selva, y adentrarse en Camboya. En este viaje, Willard verá todo un catálogo de aberraciones y desfases, pierde algunos hombres, casi todos, y llega a comprender al hombre al que tiene que matar. Sufre por ello, y se debate entre el deber y lo correcto.
Aquí, y ahora, el monólogo final del coronel Kurz: "he visto el horror"
El reloj que el capitán Willard lleva durante todo el metraje es un Seiko 6105, el diver "asequible" de Seiko de la época.
Este era un reloj popular entre los soldados de la Guerra de Vietnam, porque resistía bien la humedad del ambiente, los manglares, los ríos, el clima caluroso, el sudor, los golpes y tal y tal. Muchos lo llevaban, sobre todo porque era fácil de encontrar, y barato, en los aledaños de Saigón.
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En esta instantánea pueden observar el modelo totalmente original. |
Hoy día es harto complicado hacerse con uno de éstos precursores de la tradicional estética diver de Seiko, que ha llegado hasta nuestros días con ligeras variaciones. Y cuando se logra, los precios pueden dar lugar a palpitaciones, taquicardias y sustos varios. No apto para mileuristas, desde luego, aunque conozco a mileuristas con plasmas de 5000 ecus en el salón de casa y un BMW en el garaje.
Un recurso alernativo es hacerse con un modelo 6309, su sucesor en el tiempo -precisamente el que llevaba Ed Harris en "Abyss"-, que sigue manteniendo en sus primeras series la caracterísitca caja tipo "tortuga" o "cojín", y cambiar el dial y las agujas por las originales del 6105. La estética es prácticamente idéntica, y la maquinaria un pelín más moderna. No obstante, en un relojillo de esta antigüedad no es conveniente adentrarse en el agua, como mucho para lavarse las manos y con mucho miedo... a menos que esté convenientemente revisado y puesto a punto por algún taller relojero en condiciones, de los que, desgraciadamente, en Huelva no hay ni uno.
Aquí les presento mi 6309-7040 modificado con dial y manecillas de 6105:
De todos modos, siempre hay modos alternativos para hacer las cosas... conque ya he ideado una forma para comprobar su estanqueidad a poca presión, que tampoco voy a meterme a 40 metros con esta antigualla, que data de Julio de 1984.
La caja mide 44 mm de ancho, y unos contundentes 48 en la diagonal de la corona. Su grosor roza los 14 mm. A pesar de esas masivas medidas, en la práctica no parece tanto por ser la corona de un diámetro inferior al cojín de la caja.
Espero que a mis detractores no les haya gustado el reloc en cuestión. A mí, por contra, me produce un masmolismo considerable, y prefiero llevar esto en mi muñeca a casi cualquier otro de los muchos relores que ostento, quizá por esa mezcla de reloj de batalla -nunca mejor dicho-, instrumento, fácil de leer, cómodo de llevar, resistente y válido para casi todo.