Cuatro meses con muletas ya. Se dice pronto.
Cuando tenía dieciocho añitos, qué tiempos aquéllos, era joven y estaba loco.
Patinando en un rústico halfpipe me esguincé a lo bestia el tobillo izquierdo. Como consecuencia, estuve quince días con una férula y aprendí el tedioso universo de las muletas.
Veinte años más tarde me he convertido en todo un licenciado en el arte muletil, doctorado cum laude diría yo.
Mi estupendo traumatólogo los llama "bastones", nunca se refiere a ello como "muletas", desconozco el porqué. Me da igual, la verdad. Lo importante para mí es que a partir del lunes día uno de Agosto descartaré una de las dos, precisamente la del lado lesionado, y estaré durante tres meses más, como mínimo, con una sola. Parece baladí, pero supone un avance grande: me deja libre la mano izquierda para acarrear objetos mientras camino, si es que a tal cosa se le puede denominar asín.
Como hace una semana que recorro mi kilómetro o dos bien tempranito por la mañana para ir a desayunar, he notado un cierto fortalecimiento de los tendones y musculillos que más débiles tenía, los de la cadera. Mi glúteo izquierdo y zona lumbar van cogiendo tono, los apoyos cada vez me molestan menos, y puedo estar más tiempo y más cómodo tanto en posición vertical como sentado.
Todavía se me hinchan los dedos del pié y el tobillo cuando llevo más de una hora sentado. Hace unos días fui al cine a sufrir, que no a ver, la última de Potter -una hez enorme, digan lo que digan los forofos del género-, y no veía el momento de llegar a casa y poner la pata en alto o incluso tumbarme un ratito a normalizar los fluidos corporales...
No obstante, la evolución continúa.
Por cierto, la próxima cita con el cirujano-traumatólogo-Diosdelacarpinteríahumana será a finales de Octubre. La espera, como siempre, se hará eterna. Sniffffff.
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