Pongamos por caso que todos llevan pantalones amarillos, y uno decide dar un toque con su nuevo pantalón de color azul. Me parece muy bien. Un poco dar el cante, porque se puede empezar por uno naranja, luego pasar al rojo, y así. Vale. Ahora vamos a la tienda de pantalones, y vemos que el amarillo cuesta 100, y el azul, repentina y misteriosamente, cuesta 150. Eso no, oiga, pues una diferencia en el tinte usado no justifica ese incremento de precio. Pero ya estaríamos entrando en lo que escribí hace meses sobre el valor de las cosas, y el precio, la espectativa, la oferta y la demanda.
Luego, fuera aparte, está el tema de los prejuicios. O sea, me molan mucho los relojes, y tengo varios ocupando mucho espacio en un cajón. De éstos, unos cuantos, creo que tres o cuatro, los elegí y los compré yo, y la mayor parte son regalos indeseados, con mayor o menor fortuna, normalmente menor. Es raro que alguien te regale un reloj medio decente, a menos que se trate del Rolex de tu padre o de tu abuelo. Y ya ha salido a colación el dichoso Rolex. Alguno de mis pelucos son buenos, en serio, pero no tanto como un Rolex. Y muchos dicen ¿pero qué cojones tiene un Rolex para que cueste tanto? Bueno, la ignorancia es atrevida, supongo que coincidiremos todos.
Hay relojes baratos, hay relojes caros, los hay malos, los hay buenos, y los hay excepcionales. Y aparte está Rolex. Y bueno, también Omega, se puede decir. Luego, un escalón aparte se encuentran los relojes-joya, que no tienen nada especial salvo si quieres un sustituto o complemento a tu tiara de diamantes, o eres fan seguidor acérrimo de Louis-Vuitton, pero ya me dirán ustedes para qué coño sirve un reloj con cien brillantes tallados en baguette si aprecias tu vida en la calle en los tiempos que corren, o qué diablos pinta Louis Vuitton pintando relojes: ¡qué se dedique a las maletas!
Vale, pues daré la justificación a Rolex. La inmensa mayoría de relojes deportivos, por no decir la totalidad, tienen diseños inspirados en modelos profesionales de Rolex. Muy pocos aportan algo extra sin caer en lo ordinario, lo extravagante o lo inútil. Rolex no cambia sus modelos cada temporada, ni siquiera cada diez temporadas, y eso recae en su valor postventa, que no suele ser malo. Rolex fabrica todas las piezas de sus relojes, incluídos todos los minúsculos componentes de sus mecanismos automáticos. Eso hoy no lo hace casi nadie. Por tanto, no depende de proveedores externos para garantizar su calidad. Ellos son su propia calidad desde hace muuuucho tiempo.
Un GMT-II, inspirador de miles |
Puedo seguir enumerando cosas, pero es muy sencillo: los amantes de los relojes, tarde o temprano, acaban con un Rolex, y no será el más caro de su colección. Para el profano ignorante, Rolex es lo máximo. Para mí, que puedo estar en un punto intermedio, depende. No me importaría tener un Rolex, la verdad, porque sabría apreciarlo y darle el uso que merece. Un Rolex queda bien con vaqueros o con traje, puedes jugar al tenis con él, al golf, o sumergirte para explorar el fondo marino; puedes subir al K2, bajar a las Marianas, etcé, y todo ello sin darle nunca cuerda ni cambiar la pila. Si tienes un mínimo cuidado, se lo podrás regalar orgullosamente a tu hijo, o a tu nieto, quien podrá seguir usándolo perfectamente gracias a un servicio de repuestos y taller de asistencia digno de dicho nombre. Pero, claro, la mayoría asocia Rolex a "nuevo rico". Eso se llama prejuicio. Que un constructor en la época dorada del ladrillazo adorne su muñeca con el clásico Day-date de acero y oro, eso es cosa suya. Es un modelo que yo jamás compraría, sencillamente. Pero si tengo un amigo submarinista que usa su Sea Sweller para todo, le alabaré el gusto.
De Omega podría decir cosas similares, si no iguales. Los argumentos objetivos, cuando hablamos de relojes de tres, cuatro y cinco mil euros, pueden parecer incluso obscenos, más en los tiempos que vivimos. Pero les digo una cosa: recientemente han subido de precio, sobre todo los modelos básicos, y ahora venden más que hace cinco años. Tiene narices.
¿Cómo se refleja todo esto en mis aficiones favoritas? Obviamente, mirar la hora no es mi afición favorita, porque si no, tengan por seguro que vestiría un Rolex, y tendría unos cuantos en un cajón esperando su turno y ocasión.
De las bicis quizá hable más adelante. Ahora es el turno de las motos.
Porque lo anodino, lo vulgar, abunda en el mundo motociclista. Así, por ejemplo, gracias a las ventajas de la financiación, cualquier perroflauta inútil y sin criterio puede poseer un pepino de mil, y luego escatimar a la hora de lo verdaderamente importante como el mono, el casco, guantes y botas.
Una vez me gasté casi 140 euros en unos guantes deportivos, y un amigo me lo echó en cara, asombrado. Precisamente él, que se había gastado hacía muy poco tiempo 600 euros en un casco. Y yo le dije "¿No consideras importante proteger tus herramientas de trabajo, o qué?" La ropa técnica de protección en una afición como arrastrar la rodilla por el asfalto es casi lo más importante, yo al menos lo pienso así.
Pero dejemos el tema del equipamiento externo del piloto para centrarnos en la moto en sí.
Yo he tenido varias japos en mi vida, y puedo hablar con conocimiento de causa si digo que, en líneas generales, compensa y se agradece el plus que significa pagar más por una marca europea. En principio, a mí, lo japonés no me hace gracia. Su forma de ver la vida me toca los huevos, y no les importa destruir las industrias de quienes les rodean. Menos mal que viven en una isla, y eso nos facilita las cosas un poco a los demás...
El japo, históricamente, coge, estudia, copia e intenta mejorar lo copiado con más o menos fortuna, dando su toque estético de paso. Nunca han innovado, han creado un concepto, han dado un salto cualitativo en componentes, han roto con todo el diseño anterior. NUNCA.
Siempre van a remolque de sus rivales más innovadores, y no seré yo el que ahora se ponga aquí a perder el tiempo y el espacio dando nombres y marcas.
Ducati, MV Agusta, BMW, KTM y Aprilia, son fabricantes europeos que se miden de tú a tú con las grandes japonesas, saliendo a menudo victoriosas, sobre todo los últimos años. BMW echó el resto haciendo la superbike más potente de la historia, con creces, una moto salvaje y asombrosamente rápida, con mucha electrónica. Un verdadero paso adelante. Ducati es referencia en cuanto a diseño, estrechez, manejabilidad, sonido, glamour e historia. MV vive de un pasado glorioso de hace décadas, de la época de Agostini, y hace unas máquinas bellas, con motores diseñados en colaboración con Ferrari, siguiendo los trazos maestros de Massimo Tamburini. KTM y Aprilia, aunque menos tiempo con esto de las motos de carretera, han logrado productos redondos, sobre todo los de Noale, que para llamar la atención de sus posibles compradores han tenido que hacer un gran esfuerzo. Se tienen que librar de su imagen de fabricantes de scooters, y para ello llevan ya unos años haciendo máquinas de carretera, primero la RSV Mille, luego varias máquinas de calle, siempre bicilíndricas, y ahora, por fin, han hecho una moto genial: un tetracilíndrico en uve, con muchos gadgets electrónicos, estética radical, y cargada de detalles de acabado. Tiene que ofrecer más que los demás para atraer las ventas, todos los europeos tienen que hacerlo, para combatir la única ventaja de los japoneses: el precio.
Luego, aparte, tenemos los prejuicios. Qué horror!! En los tiempos que corren, tener prejuicios es triste, indica muy mala educación, poca ilustración y estudio de lo que tanto nos gusta, y no haber visto el mundo más que por el hondón de una aguja. Hay que ver, probar, si se puede poseer y conducir, y luego ya se opina. Pero es lo que tiene el españolito medio, el celtíbero de Honda+Dainese+Arai, el prototipo del motero. Una pena, ellos se lo pierden.
Esta entrada iba a ser más larga, pero un error de blogger.com ha hecho que se pierda mucha info y fotos. Las iré poniendo en sucesivas entradas, en las que intentaré ensalzar dos máquinas concretas: la 999S y la RSV4 APRC, en detrimento de las cuatro japos.
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