Pero, ¿por qué me gusta tanto?
Ayer fui acercado -participio pasivo perfecto- al "taller/garaje/antro de perdición ideológico motociclístico" de Antonio. Este individuo tiene el gen, sin duda. Se rompió hace ahora siete años las dos piernas y un hombro, dejando secuelas para toda la vida. Aún así, ha montado a posteriori un negocio relacionado con la moto, y él mismo posee una monto de trial, otra de supermotard, y una Yamaha R6 para tandas en circuito.
Claro, Dios los cría y ellos se juntan, dirá alguno. Quizá por ello hacemos buenas migas, aunque a veces surja alguna discordancia entre nosotros. Pero la sangre no llega al río, y la pasión nos une de nuevo rápidamente. La pasión genética, no me malinterpreten.
Estuvimos charlando de esto y de aquello, y luego montamos un cambio semiautomático -quickshifter- en una R1, y comprobamos su funcionamiento en el banco. Todo perfecto. Llegué a mi casa casi a la hora de cenar con una gran sonrisa en mi interior, a pesar del pie inflamado por unas dos horas y media sentado.
Sigo con mi afición piscinatatoria -y con esto cambio de tema-. Hoy he introducido un par de nuevos ejercicios acuáticos consistentes en agarrarme a unas minitablas de surf y avanzar únicamente con las piernas. Creo que he batido el récord de lentitud, me siento como caracol, como tortuga en tierra. Pero la pierna ha trabajado como nunca, obviamente.
Como la mía, por los cojones |
Luego, en casa, tumbado en una cama, descansando un rato, me dado cuenta de que mi muslo herido ha crecido y va tomando un poco de forma, y que hay un cierto volumen muscular que asoma y apunta maneras. Quizá fuera una simple hinchazón por el maltrato deportivo, o sea, una inflamación, y dentro de un par de horas, ya en frío y descansado, se desinfle...
Pero hay datos objetivos irrefutables, y es que he puesto casi tres mil gramos de peso desde que empecé a nadar hace un mes.
Guay, digo yo.
Y así acaba la entrada de hoy, mezclando un poco de todo.
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