Como dijo la Ministra, pues sí, pero estos son de verdad.
Aunque, ateniéndome a mi experiencia, pueden simplemente ser una raya en el agua, el momento de calma entre dos tempestades.
Ayer, como otros dias atrás, bajé al garaje por las peligrosísimas y verticales escaleras interiores que dan a mi trastero. Todo para acceder al garaje sin tener que salir a la calle. Subrepticiamente, y sin que mi limitador lo supiera, me llevé la llave de mi biplaza.
El simple hecho de atravesar el trastero, que huele a neumático de bicicleta concentrado, con todas esas máquinas reposando aburridas, fue algo glorioso para mí. Un par de ellas tienen hasta un poco de barro de la última salida, y me dieron ganas de sentarme en mi taburete y coger un trapito para limpiarlas, pero no de cualquier manera, no, sino lentamente, disfrutando, recreándome. Otra vez será, vayamos dejando proyectos para el mañana.
Una vez en el garaje me acerqué a mi auto, lo abrí, y con poco esfuerzo accedí a su interior, me puse al volante. Para ello tuve que echar el asiento para atrás al máximo, pero una vez dentro lo volví a poner en su lugar habitual. Todo bien. Arrancó perfectamente, como siempre lo ha hecho, después de tres semanas sin moverse de allí. Lo mantuve arrancado, dando breves acelerones, hasta que cogió temperatura.
Pasado ya el momento biplaza, y contento por comprobar que teóricamente puedo conducirlo, entrar y salir de él sin problema alguno, me siento en mi silla de ruedas prestada.
Una media hora yendo y viniendo por el garaje, subiendo una breve rampita que me ponía los hombros al rojo vivo. Al final acabo sudando, y con los brazos cansados, la verdad, pero ha merecido la pena. La próxima vez hay que amenizarlo con el iPod para aguantar más rato, sin duda.
Pero lo mejor vino por la noche, aguanté hasta las 24'00 más o menos, ya no había nada más que ver en la caja tonta, después de acabara la divertida peli que visioné en A3, "Algo pasa en la Vegas". Me tomé una dosis de narcóticos más reducida de lo habitual, y me metí en el sobre. Para mi sopresa, ha sido la noche que mejor he dormido desde que llegué a casa, con diferencia, tanto por calidad como por cantidad de sueño.
Lógicamente, me he levantado animado, nuevo, otra persona diferente a la que se ha estado levantando este último mes.
¿El principio de una nueva etapa? ¿El cambio que yo reclamaba días atrás? Los días venideros lo confirmarán o no. No obstante, la paja mental que me he estado haciendo todo el día de hoy ha sido merecida y necesaria para mi estabilidad emocional. Ya iba siendo hora de que pasaro algo positivo, algo realmente palpable y no meras imaginaciones mías.
Incluso me he permitido colgar aquí mismo una imagen excelente de una Guzzi fantástica. Siempre me han gustado las Guzzi, por su cabezonería en mantener ese motor gigantesco que parece proceder de un avión a hélice, por su peculiar disposición de los cilindros, por su imagen neo-retro, por sus acabados y componentes... qué sé yo. Lo que sí tiene delito es que yo, después del suceso, siga admirando, deseando, idolatrando, esas diabólicas estructuras mecánicas.
¿Será grave?
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