La Jauría humana es una película estadounidense de 1966, dirigida por Arthur Penn, con, entre otros, Marlon Brando, Angie Dickinson, Robert Redford, Jane Fonda, y Robert Duvall.
Argumento:
En un pueblo del Sur de los Estados Unidos, el regreso de un prófugo de la justicia condenado injustamente, desata el caos. El sheriff, interpretado por Brando, debe lidiar con los personajes siniestros del pueblo y sus miserias.
El guión enlaza perfectamente la opresión e hipocresía de una pequeña comunidad rural extrapolable sin duda a cualquier tipo de sociedad, con ese tipo de historias de perdedores tan queridos por el cine de Hollywood desde los inicios del cine sonoro, en una estructura casi teatral magníficamente escrita por Lillian Hellman.
Fue una obra incomprendida en su tiempo, que constituyó un fiasco en taquilla sin precedentes en la carrera de su director y, además, resulta estar injustamente olvidada.
Fuente: WIKI
Este filme, que pude ver en la TV hace muchos años ya, dejó en mí una imborrable huella, aunque suavizada por el implacable paso del tiempo. Sin duda, junto con La Ley del Silencio, o Apocalypse Now -de la que seguramente hablaré en entrada aparte en el futuro-, es una de las obras máximas de Brando.
Pero lo sucedido en la noche del miércoles 23 de Junio me ha hecho recordarla. El dantesco accidente, incomprensible desde el punto de vista individual, es una clara muestra de lo que un grupo aborregado es capaz de hacer. El hombre, como individuo, se presume con cierta inteligencia, capacidad de raciocinio, capaz de cuestionarse las opciones, valorarlas y elegir en consecuencia. Capaz de ejercer su libertad. Pero ese mismo individuo, en cuanto se reúne con unos cuantos más de su misma especie, cae en el mal de la manada, del rebaño, de la jauría. Su capacidad de decidir por sí mismo se ve anulada de una manera hipnótica, y se cumple a rajatabla aquella castiza frase de "¿dónde va Vicente? donda va la gente". Y Vicente decidió que para qué esperar unos minutos a que se desatascara el paso subterráneo, si hay un gran espacio abierto justo enfrente de nosotros... y de repente aparece un convoy lanzado a más de 130 por hora y arrasa con todo, seres vivos o inertes, destruyendo a su paso, sin inmutarse, sin que el hecho brutal de acabar con veinte vidas suponga el más mínimo freno a su mastodóntico avance por las vías. ¿Acaso creyeron los adoradores del fuego nocturno que el paso subterráneo estaba allí por capricho? No, oiga. Porque primero se construyó uno elevado, pero como era mucho esfuerzo y cansancio dar un rodeo y subir por una rampa, se acabó por excavar y horadar el suelo y hacer un underground, pensado, obviamente, para el aforo diario, no para una circunstancia especial de 700 personas que se acaban de bajar para ir a la playa corriendo a coger sitio.
Lo he visto durante muchos años, en la autovía por la que he circulado durante más de veinte años para ir de Dos Hermanas a Sevilla, a su paso por la barriada de Bellavista. Hay semáforos, y pasos elevados para cruzar una vía que partía el barrio en dos. Pero claro, el semáforo hay que esperar a que se ponga verde, y el paso elevado, ay, cuesta un trabajito... y un día una chica llamada Miriam no quiso esperar el semáforo ni usar el paso elevado, y fue atropellada. Y se formó la de Dios es Cristo, y hasta quisieron linchar al conductor -sí, los de Bellavista se las gastan asín-. En aquella ocasión, no fue un rebaño, fue una chica aislada, aunque reconozco que no se sabe, ni nunca se sabrá, si iba sola o acompañada, porque de repente nadie vio nada, pero todos sabían lo que había ocurrido...
Hay libros y tratados, tochos auténticos, ladrillos infumables, explicando el adocenamiento del ser humano, su ausencia de autonomía cuando se junta en comandita. Los sicólogos, y siquiatras, y sociólogos y antropólogos, saben mucho de eso. La historia les avala y lo demuestra sin compasión una y otra vez. ¿Por qué somos así? ¿Desde cuándo? ¿Hasta cuándo?
Ahora podríamos enlazar con la cuestión de la falta de criterio, de crítica, de toma de decisiones, de nuestra libertad coartada sin siquiera darnos cuenta, cosa que muy frecuentemente ocurre en nuestra sociedad actual. Quiero aquí hacer un copi-pega de este fragmento que encontré al respecto, y que es claramente comprensible incluso para el más necio de ustedes -espero-:
"¿Cómo es posible? Podríamos hablar de tres factores diferentes que confluyen en esta situación. Por un lado, un sistema económico que ha alcanzado cotas impensables en la automatización de tareas. Todo lo que es posible que haga una máquina, lo hace. Sólo queda intentar que, lo que no puede hacer una máquina, lo hagan las personas pero con las mismas condiciones: con un coste cada vez menor, con una eficiencia “de máquina”, que sigan el procedimiento sin cuestionárselo.
Por otro lado, el sistema educativo nos enseña, desde niños y durante toda la vida de estudiante, a destruir nuestro espíritu crítico. Y es que resulta más sencillo educar para ser borrego que educar para cuestionar lo establecido. De hecho, también es más fácil gestionar borregos que gestionar otros perfiles: instrucciones claras, palo y zanahoria y poco más.
Finalmente, las propias personas que pasamos a engrosar la rueda económica y que, muchas veces sin darnos cuenta, actuamos como borregos: consumismo, conformismo, rutinas… también es más cómodo seguir la corriente que nadar contra ella.
Cambiar el rumbo no es sencillo. Exige detenerse a reflexionar, identificar el problema y tomar la decisión consciente de luchar contra ese montón de estímulos que nos guían para seguir haciendo lo que siempre hemos hecho. Y también hace falta que desde las escuelas, y desde las empresas, se empiece a incentivar este otro comportamiento. "
No lo olviden, queridos amigos: sean ustedes libres, usen la cabezita, que para eso la tienen.
Be free, my friend.
Nota del posteador: esta entrada, que redacté apenas dos o tres días después del "incidente", desapareció como por arte de birlibirloque por un error/fallo del PC. Hoy me he percatado que se había quedado almacenado como borrador, lo que me ha satisfecho grandemente. Espero que les haya gustado, y no me sean tan mojigatos como para escandalizarse por lo vertido ante sus inocentes ojos, pequeñas criaturas.
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