Anoche no dormí. Fue mi primera noche en casa después de justo un mes fuera. En la playa hace unos grados menos, sobre todo nocturnamente, y en principio había achacado al calor la culpa de mi no-sueño. Y eso que tuve enchufado un ventilador marca Tropicano directamente apuntado hacia la cama.
Fue imposible.
Di muchísimas vueltas, dejé la almohada completamente mojada, me levanté y di algún que otro paseo por la casa, conté ovejas, intenté meditar. Todo fue en vano.
A las ocho y media de la mañana decidí levantarme y llevar a cabo lo que proyecté durante la cena: dar un paseo con mi cochecito, a cielo abierto, cosa que no hacía desde un par de meses atrás.
Y luego, unas horas más tarde, mientras almorzaba, caí en la cuenta: fueron los nervios.
Me ocurre con los trackdays de moto, que la noche anterior no duermo bien por los nervios. Igual que cuando era chico tenía algún viaje en ciernes, un examen o cosas por el estilo.
Esta vez fue simplemente la perspectiva del disfrute de mi lindo auto por ciertas carreteritas de montaña lo que me ha sacado de quicio.
Sólo decir que aún así, ha merecido la pena. Estuve tres horas y pico completamente destechado, la mayor parte con la radio apagada, disfrutando del viento, del sonido, de las sensaciones, de la soledad, de algún momentito de locura. Siempre me vienen muy bien esos ratillos mañaneros.
Pepinooooooooooooooooooo
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