SETLIST. AC/DC, Sevilla 26 de junio de 2010
1. Rock N’ Roll Train
2. Hell Ain’t a Bad Place to Be
3. Back in Black
4. Big Jack
5. Dirty Deeds Done Dirt Cheap
6. Shot Down in Flames
7. Thunderstruck
8. Black Ice
9. The Jack
10. Hells Bells
11. Shoot to Thrill
12. War Machine
13. High Voltage
14. You Shook Me All Night Long
15. T.N.T.
16. Whole Lotta Rosie
17. Let There Be Rock
18. Highway to Hell
19. For Those About to Rock (We Salute You)
Recuerdo con total claridad el día que escuché a AC/DC por primera vez. Fue el tema "Thunderstruck", y como ocurriera con el Enter Sandman de Metallica, o el Smells Like Teen Spirit de Nirvana, entró en mi mente como una revolución de los sentidos. Quedé inmediatamente enganchado a esa introducción de Angus Young, con un solo de guitarra tan llamativo como fácil de ejecutar -como quince años más tarde comprobé en mi propia guitarra eléctrica-, y sus hipnóticos estribillos, convirtiéndose en todo un himno del ROCK a nivel mundial.
Para muchos de mi generación, y sobre todo para las generaciones posteriores, los AC/DC no son sino una casposa banda de carcamales, rancios y pasados de moda que no hacen sino estirar al máximo el chicle de la rentabilidad comercial. Como si fueran el Curro Romero de los grandes estadios. Pero eso es un error.
Después de escucharlos y verlos en acción por primera vez en mi vida en directo, puedo atestiguar que su nivel de maestría es sumo. Reparten caña a espuertas, tienen una gran vitalidad, y su espectáculo está desarrollado a la perfección. Son tan simples como contundentes, y varias de sus canciones fueron coreadas por más de sesenta mil personas al unísono como auténticas loas a la descarga de adrenalina, como un homenaje brutal a la guitarra eléctrica, la batería contundente y la voz peculiar de ese tipo que, en realidad, no sabe ni hablar bien su propia lengua de lo cateto y bruto que es. Pero no importa, porque independientemente de que entiendas o no sus pueriles letras y sus rimas facilonas de tercero de primaria, su música es tan potente, transmite tanta energía, que poco importa que el letrista no sea un académico de la lengua para tener calidad musical... Al fin y al cambo, ni Mahler, ni Bethoven, ni Rachmaninov pusieron letra a sus melodías, y ahí están, reconocidos como algunos de los mejores ¿no?
Todo empezó a media tarde, en la Alameda de Hércules donde, para el que no lo sepa, se dan cita habitualmente todo tipo de perroflautas, hippijos, pijos, currantes, parados, putas y maricones a partes iguales. Pero poco importa. Rodeado de plebe con camisetas del grupo roquero adquiridas ad hoc -seguramente no se la pondrán nunca más y terminen usándola como pijama dentro de unos años...-, y sufriendo un poco las temperaturas típicas de Sevilla a finales de Junio, me metí pal cuerpo dos o tres gintonics, bebida de mi preferencia últimamente -pues mi organismo parece que muestra más resistencia a ello frente al ron o al guisqui-. En llegando la hora del concierto, pillamos un taxis para acercarnos al estadio olímpico, y como íbamos bien de tiempo, nos entretuvimos liando unos canutos y bebiendo unas macetas, hasta que llegó el momento de entrar.
A pesar de tener entradas de grada, se optó por la más auténtica opción de ir a la pista, en previsión de un mayor desmadre bailongo. El ratillo que estuvimos esperando a que comenzará el show se nos pasó en un plis-plas, tomando unas macetas de un litro de cerveza al módico precio de 10 pavos la unidad -tooooooooooma-. Mi cartera se iba aligerando a pasos agigantados, yo no salía de mi asombro, y mi cuenta corriente tampoco, dicho sea de paso. Pero un día es un día, y estaba con mi amigo Julijustrin, que es algo que no pasa a menudo, por desgracia, de modo que el fin justificó los medios...
Sobre el concierto en sí, hay poco que contar que no se pueda leer en cualquier crónica o reseña de la prensa del domingo, o en muchos blogs de roqueros al uso. Sólo comentar que, igual que pasó con el concierto de Madonna del año pasado, el volumen fue insuficiente para mi gusto, y la mezcla era horrible: había temas en que la guitarra rítmica se escuchaba con gran nitidez mientras que los solos de guitarra había que intuirlos. Incluso el rato de más de diez minutos de protagonismo absoluto de Angus, con plataforma circular -símil platillo volante- incluida, fue tristemente ensombrecido por no apreciarse con claridad las notas que salían de sus preciado y vertiginosos dedos.
En general, el ambiente era muy bueno, chapó por los heavys, que a pesar de la fama que tienen -que, en verdad, no sé de donde viene-, tienen un comportamiento ejemplar en este tipo de situaciones multitudinarias. Ni una bronca, ni una salida de tono, gran orden en la entrada y en la salida del recinto, compadreo y compañerismo en los aledaños y todo ese rollo que crea buena onda. Ya saben.
Acabado el evento, nos trasladamos a la zona de la Alameda de nuevo, y allí fui arrastrado por Jul a todo tipo de antro, bareto insospechado y discoteca radical alternativa, propia de los ambientes. Y digo lo de los ambientes, por aquello de que también el día 26 fue el día del Orgullo Gay -que no sé porqué tiene que haber un día así, ya que si yo fuera gay, que no lo soy, pero si lo fuera, tampoco es que haya que sentirse orgulloso de ello, ni mucho menos celebrarlo con esa hiperbólica desmesura, valga la redundancia-. Es como sentirse orgulloso de ser rubio, moreno, alto o bajo, rápido o lento, barbudo o lampiño, listo o tonto. Esas cosas se son, uno no las elige, y por tanto no cuestan nada. Pero no nos desviemos del tema.
La noche transcurrió entre presentaciones a amigos gays de Julijustrin, que me presentaron a más gays, alguna que otra chavala despistada, y algún hetero más despistado todavía -como yo mismo-. Visité bares establecidos en pisos francos a los que se accedía por rigurosa invitación y con contraseña en el porterillo automático del bloque. También descubrí el inframundo de las discotecas homo, con sótanos oscuros y pantallas gigantes con videos porno monotemáticos. También anduve hasta que amaneció, en homenaje a unas cróncias vampíricas, con mucha hambre que no pude saciar porque Jul tenía la nevera esquilmadamente vacía, como pude comprobar cuando llegamos a su casa -donde me alojé esa noche en una colchoneta del tipo "quetehinches":
En definitiva, un día glorioso que permancerá en mi recuerdo muchos años, y desde aquí doy las gracias a todos los que han hecho posible mi experiencia, sobre todo a Julio, por contar conmigo y adentrarme en la noche una vez más, y al Pati, por las entradas, y a mi contraria, por comprenderme sin hacer muchas preguntas.
Aquí les dejo una imagen que ilustra la desmesura de Angus Young y su guitarra, con tetona inflable de varios pisos de altura incluida:
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